Cuando Todd Phillips en Venecia, aseguró en la rueda de prensa que su película no era política. Dejando de lado que es difícil que una obra cultural no sea en cierta forma política ―ya que incluso la voluntad deliberada de no serlo esconde una intención política― su declaración contrastaba con las críticas de todos los medios. En estas se subrayó cómo había logrado captar un estado de hastío de la sociedad. Uno en el que cualquier persona podía convertirse en referente de una insurrección fácilmente atribuible por cualquier líder.