Los datos desmienten el mito de que las generaciones zeta y alfa no necesitan formación digital porque ya tienen esas competencias; les faltan herramientas con las que enfrentarse a una desinformación y discursos de odio cada vez más sofisticados: «Hay que educarlos antes de su primer móvil”
Más de la mitad de los adolescentes tienen dificultades para detectar una noticia falsa
A pesar de haber nacido en la era digital, la mitad de las personas menores reconoce que no sabe identificar siempre si una información es falsa, con más de una de cada diez confesando que no podría señalar un bulo en ningún caso, según un informe de Save the Children publicado este jueves. Además, una de cada cuatro personas adolescentes no contrasta nunca una información de la que recela y, quienes sí lo hacen, recurren en la mayoría de los casos a familia y amistades, que podrían estar recibiendo el mismo tipo de desinformación.
“Vivimos en una etapa donde la desinformación cada vez es mayor, y distinguirla es más complicado para poblaciones vulnerables como las personas menores”, explica Eva Herrero, profesora de Periodismo e investigadora de la Universidad Carlos III de Madrid (UC3M). Aunque la desinformación sea tan antigua como la profesión periodística, los bulos actuales se están sofisticando: las mayores capacidades tecnológicas que permiten los deepfakes o el hecho de que cualquier persona pueda crear una web con apariencia de medio de comunicación, sumado a la mayor facilidad de viralización, hace más difícil la lucha contra la desinformación en redes sociales. Estas ya se sitúan como el segundo medio principal de información para las personas adolescentes, solo por detrás de familia y amistades y empatado con la televisión, expone el informe.
Esta especialista en alfabetización mediática y adolescentes advierte de que incluso quienes se ven capaces de identificar un bulo sobreestiman ligeramente sus herramientas. En un estudio que realizó entre estudiantes de Secundaria, el 59% dijo saber distinguir la desinformación, pero solo un 52% lo consiguió en la prueba práctica.
Las personas adolescentes sobreestiman ligeramente su capacidad de identificar la desinformación, que se está complejizando de la mano de los deepfakes o páginas web que permiten fingir ser un medio de comunicación
Para Mariaje González Flor, experta en contenidos digitales y alfabetización mediática, las plataformas de redes sociales tienen la responsabilidad de “invertir en moderación para controlar los contenidos que recurren a la emoción, pues es más fácil que los compartamos sin pararnos a pensar”. Los algoritmos de Instagram, TikTok u otros potencian el contenido que mejor despierta las emociones porque enganchan más y, por lo tanto, aumentan los beneficios de las empresas tecnológicas, como revelaron varios exempleados de grandes corporaciones en el documental de 2020 El dilema de las redes. Eso sí, aunque estas compañías “por supuesto” que deben responsabilizarse de sus contenidos, González Flor subraya que la implicación debe ir más allá: “La ciudadanía debe ser más consciente del poder que tiene y pedir cambios como individuos, sociedad civil y Estado”.
Redes sociales y alfabetización mediática
Dentro del ecosistema de las redes sociales, Desinformación y discursos de odio en el entorno digital, el informe de Save the Children, apunta a que el 16% de los y las adolescentes considera que los creadores de contenido son siempre una fuente fiable. Un 70% adicional asegura que pueden serlo en determinadas ocasiones. “No solo los adolescentes, sino todos debemos formarnos un criterio digital —el 34% de la población española no tiene competencias digitales básicas, según datos de la Comisión Europea—. Si te educas en la esfera de Internet y te pones las gafas del criterio, hace un clic en tu cabeza y más difícil que te cuelen desinformación”, afirma González Flor.
Este criterio digital que señala la especialista pasa por una alfabetización mediática y digital más amplia que debe impartirse en la escuela, pero también en el hogar familiar: “No podemos esperar al momento de darles su primer móvil; hay que educar a nuestros hijos antes”, señala la experta, que también es formadora en alfabetización mediática.
Cada generación tiene sus propias narrativas desinformadas y sus prácticas comunicativas que hace que sean más sensibles a determinados discursos
Y es que ha muerto el mito de que las generaciones zeta y alfa no necesitan formación por haber nacido en la era digital: “Durante mucho tiempo hemos pensado que tener competencias digitales era saber utilizar una aplicación, pero ya reconocemos que hace falta un conocimiento más profundo. Hay que saber qué pasa cuando compartimos datos o enviamos una foto”, explica Herrero. “Cada generación tiene sus propias narrativas desinformadas y sus prácticas comunicativas que hace que sean más sensibles a determinados discursos”, apostilla Raúl Magallón, investigador de la UC3M especializado en desinformación.
Además, hay que educar en la importancia del uso, no solo del contenido. “Hay contenidos que son ilícitos, pero también otros a los que, sin ser nocivos por sí mismos, se les puede dar un mal uso. En principio no tiene nada de malo subir una foto con una amiga, pero hay que tener en cuenta que otras personas lo pueden usar para ciberacosar”, explica González Flor.
Bulos y misoginia
Internet ha democratizado el acceso a la información, pero también ha permitido la proliferación de discursos de odio. El estudio de Save the Children señala que los chicos son más vulnerables a caer en ellos, y las chicas son mayormente destinatarias, “lo que convierte el espacio online en más hostil para ellas”.
Con el aumento de la misoginia y el negacionismo de la violencia de género en hombres jóvenes en los últimos años, muchas personas han trazado la línea entre esos adolescentes e influencers machistas. El informe analizó a varios creadores de contenido en la plataforma de streaming Twitch y encontró “conductas de riesgo” en todos ellos, como comentarios cosificadores hacia las mujeres o reseñas de videojuegos con contenido pornográfico. Además, de los influencers del estudio, uno estaba vinculado con grupos de extrema derecha.
Se suele plantear causalidad con seguir a una persona machista en Internet y tener actitudes misóginas, pero es solo un factor de riesgo más; hay que analizar cuáles pueden ser los otros
A pesar de esto, Magallón considera “reduccionista” culpar a los creadores de contenido de la misoginia creciente en la población joven. Es un fenómeno “más complejo”, asegura, relacionado con la transformación de la sociedad y el auge de los movimientos populistas. Se pronuncia en la misma línea Susana Piedra, psicóloga y coordinadora del programa de Prevención de conductas de riesgo en niños, niñas y adolescentes de la Unión de Asociaciones Familiares (UNAF): “Se suele plantear causalidad con seguir a una persona machista en Internet y tener actitudes misóginas, pero es solo un factor de riesgo más; hay que analizar cuáles pueden ser los otros”. La psicóloga añade que, aunque el grooming y el ciberacoso son los mayores miedos de las familias, cada vez hay más sensibilización y preocupación sobre los discursos de odio.
Para contrarrestar las actitudes machistas que pueda tener un hijo adolescente, Piedra, que también imparte talleres a familias, recomienda reflexionar sobre qué comportamientos machistas puede haber en el propio hogar, romper estereotipos y favorecer una escucha activa que permita poner el foco de atención en la persona adolescente y ver qué está “latente” tras las actitudes de discriminación.
Insatisfacción corporal
Iñaki está preocupado. Su hija, Ofelia (nombre ficticio) muestra cada vez más insatisfacción con su cuerpo, una sensación que, cree el padre, “está marcada por lo que ve a través del móvil”. Ella tuvo su primer dispositivo móvil con casi 12 años por presión social —era la única sin móvil de su grupo de amigas— y, tras un tiempo sin redes sociales, pidió estar en Instagram para mantener el contacto con sus amistades. “Ya mostraba interés por la estética antes de estar en redes, pero ahora me pide cosas que no necesita, como sérum o tratamientos antiedad. Tiene 13 años”, cuenta Iñaki.
Mi hija ya mostraba interés por la estética antes de estar en redes, pero ahora me pide cosas que no necesita, como sérum o tratamientos antiedad. Tiene 13 años
Los estándares de belleza que se transmiten en redes sociales pueden considerarse desinformación, dado que las influencers no son transparentes con si han usado un filtro, se han hecho cirugías o se fotografían en ayunas para tener un vientre más plano. Y, en efecto, a mayor uso de redes sociales, mayor internalización de esos ideales de belleza a veces irreales. Así lo afirma un estudio de la Universidad Miguel Hernández, que señala que el uso de Facebook e Instagram está asociado a menor satisfacción corporal, aunque pide estudios longitudinales sobre el tema para saber cómo afecta a largo plazo.
“Las redes sociales normalizan estándares irreales y eso es un factor de riesgo en TCA [Trastornos de la Conducta Alimentaria]”, apunta la conexión Susana Piedra, la psicóloga. Esto no quiere decir que la persona adolescente vaya a tener problemas con la comida, pero para mejorar la relación con los alimentos recomienda a las familias —“pues las madres y los padres siguen siendo los mayores influencers”, dice— “favorecer la aceptación de la diversidad corporal, fomentar el pensamiento crítico de que no todo lo que ven en redes es real y ser coherentes: no podemos transmitir positividad y luego hacer comentarios como madre de que he engordado”.