El argentino Sergio Boris, junto a la compañía catalana El Eje, trae un montaje eléctrico, peronista y hermoso
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Todo transcurre en una academia para repetidores eternos que podría situarse en cualquier periferia urbana del globo, pero que huele al cono urbano, el extrarradio, de Buenos Aires por los cuatro costados. Un paisaje subterráneo, hermético, de aglomeración de objetos y aire condensado que es al mismo tiempo auscultación de la naturaleza humana y radiografía de una sociedad, la argentina, que dejó caer a más de medio país en la nada desde hace muchos años. La obra se estrenó en octubre del año pasado, justo antes de que Javier Milei ganara las elecciones.
Ese es el momento histórico en el que se inserta este montaje estrenado en la Sala Beckett de Barcelona que, además, recoge uno de los teatros más potentes de Argentina, el teatro eléctrico y peligroso de Sergio Boris, y lo hace en una aventura transatlántica y mestiza con la compañía catalana El Eje. Unos seres que dejados y olvidados por una sociedad obsesionada por el individuo, la meritocracia, el éxito y el consumo, deciden no jugar al juego.