Cuando Alberto Núñez Feijóo dijo aquello de que estaba al frente de un “proyecto libre” y “sin ataduras”, el ala dura del PP ya le había marcado la senda por la que debía transitar su estrategia de oposición más de media docena de veces. Cuando negó ser “un político de la política de consumo rápido” o de “la moda del instante”, sus inspiradores mediáticos ya le habían dado varios toques de atención. Y cuando explicó que su propósito era “unir a los españoles alrededor de un proyecto que ”no señala, no divide, no reparte carnés de nada y no excluye a nadie“, ya le había sacado la tarjeta amarilla un par de veces. De ahí tanto vaivén, tanto giro de guión y tanta fluctuación.