Fallecido este viernes a los 92 años, fue un pionero del movimiento gay en el España, y también guardián de la historia del colectivo
Hemeroteca – 1977: El día en que la homosexualidad salió de la clandestinidad para tomar la calle
Las personas que hemos trabajado la historia desde abajo sabemos que ningún cambio social lo provoca una sola persona. Pero también es verdad que a veces hay personas que, acompañadas por muchas otras, juegan un papel muy significativo. A Armand de Fluvià, fallecido la madrugada de este viernes a los 92 años, hay quien lo conoce como el padre del movimiento gay en el España, y no le faltaron méritos para ese título.
Su nombre aparece como referente en los relatos de muchas personas que empezaron su activismo LGTBI en la clandestinidad. En una conversación reciente, Lluís Rambla recordaba que llegó al Movimiento Español de Liberación Homosexual (MELH) porque, en plena dictadura, escuchó a dos personas hablando de manifestaciones y congresos en un bar de ambiente. Eran Armand de Fluvià y Germà Pedra discutiendo las consecuencias de los disturbios de Stonewall en Nueva York, y le abrieron las puertas del activismo político.
La presidenta de la Federación Plataforma Trans, Mar Cambrollé, cuenta que poco después de la creación del Front d’Alliberament Gai de Catalunya (FAGC) leyó una entrevista con Armand, con el pseudónimo Roger de Gaimon, en la revista El Viejo Topo, y llamó a la redacción desesperada por hablar con él. Él la recibió en Barcelona y al volver fue una de las fundadoras del Movimiento Homosexual de Acción Revolucionaria andaluz.
En una entrevista en Vilaweb con motivo de sus 90 años, recordando la influencia del FAGC para la creación de otros frentes en el País Valencià, las Baleares o el País Vasco, De Fluvià se comparaba con Santa Teresa de Jesús: “Fundaba conventos gays allí donde iba”.
Armand de Fluvià nació en 1931 en una familia acomodada. Por parte de su padre, venía de un legado de artistas, por parte de madre, de una familia de la industria metalúrgica catalana. Estudió derecho, pero se dedicó a la genealogía y a la heráldica, un campo del que fue el gran referente en Catalunya y en el que también obtuvo reconocimientos internacionales. Su primer activismo político, poco tuvo que ver con los derechos LGTBI. Pasó dos veces por la prisión durante el franquismo, pero nunca por homosexual. La primera fue por monárquico; su antifranquismo pasaba por la defensa de Juan de Borbón como jefe del Estado, aunque con el activismo gay también fue girando sus posturas políticas. La segunda fue en la revuelta estudiantil de 1957 en el paraninfo de la Universidad de Barcelona.
En 1969, las Cortes franquistas empiezan a debatir la propuesta de Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social, que debía sustituir la Ley de Vagos y Maleantes de la República, a la que el régimen incorporó la homosexualidad en 1954. En ese momento, recordaba De Fluvià, la homosexualidad era “la condición que daba asco y repulsión a todo el mundo”. En febrero de 1970, junto a Francesc Francino, envía una carta anónima a todos los obispos, que eran procuradores en las Cortes, firmada por “un grupo de homófilos españoles”, contra la criminalización de “gran número de hombres y mujeres españoles, cuya única falta es la de haber nacido con, o la de poseer, una característica sexual cuya antigüedad se remonta a los orígenes de la humanidad”.
También se articulan con André Baudry, director de la revista homófila francesa Arcadie, para que envíe materiales sobre la homosexualidad a todos los procuradores de las Cortes. Fruto de ese primer activismo, y aunque hoy nos pueda saber a poco, Armand de Fluvià celebraba la que fue, a sus 38 años, una primera victoria de la lucha por los derechos LGTBI en el estado: la versión finalmente aprobada de la ley ya no perseguía el simple hecho de ser homosexual, sino que se cometieran actos —en plural— de homosexualidad.
Ese mismo año fundaron el Movimiento Español de Liberación Homosexual, “para hacer proselitismo entre amigos y conocidos”, que en la clandestinidad se reunía en distintos grupos, uno de ellos en el piso de Rambla Catalunya donde vivió Armand toda su vida. En enero de 1972 empezaron a editar un boletín, Aghois, que imprimían con una multicopista que había instalado en la carbonera de su casa y enviaban desde Francia. “Siempre recordaré las primeras vueltas a la manivela, me temblaban las piernas y le dije a Francesc: alea iacta est, ¿te das cuenta de que a partir de ahora somos delincuentes?”, recordaba en una entrevista en 2017 para el proyecto El Fil Rosa.
Del Aghois se publicaron 18 números, y llegó a tener 209 suscriptores, que Armand de Fluvià insistía en calificar como héroes. Un amigo suyo, que en esa época tenía unos 70 años, se negaba a suscribirse y le decía: “Por favor no me envíes nada, porque vivo con mi hermana y si se entera…”. “Me siento impotente para transmitir la atmósfera de pánico que había en aquella época”, enfatizaba Armand durante la entrevista. “Es imposible que hoy en día vuestra generación pueda entender el clima que vivíamos los homosexuales, vivías con pánico y autoodio”.
Un movimiento revolucionario
Fue también en el MELH donde Armand hizo un giro político, en gran medida influido por la activista lesbiana Amanda Klein, por ese entonces militante del PSUC. “Empezó a venir a las reuniones del MELH y nos contó que había una ideología dominante en el mundo, tanto en el capitalista como en el socialista, que era sexista, machista y heterosexista”, recordaba. Les hizo empezar a leer otras cosas, empezando por Engels, y para Armand representó un cambio radical: “Yo venía de un mundo conservador, y mi homosexualidad cambió radicalmente mi manera de pensar; era católico y ahora soy ateo, era muy españolista y ahora soy independentista, era muy pudoroso y ahora soy nudista, también soy vegetariano… todo lo que te convierte en un bicho raro”, apuntaba en la conversación.
Ese cambio no lo vivió sólo Armand, sino todo el movimiento, y con la muerte del dictador el MELH dio paso al Front d’Alliberament Gai de Catalunya, una organización de carácter revolucionario, que ya no buscaba sólo la aceptación de la homosexualidad sino subvertir el orden establecido. Repasar las actas de las primeras reuniones del FAGC, cuidadosamente preservadas por Armand y depositadas en el Archivo Nacional de Catalunya, mostraba una generación de militantes comprometidos que dedicaban horas y horas de sus semanas en la clandestinidad —ya que el FAGC no se legalizó hasta 1980— a construir una organización homosexual revolucionaria. El 26 de enero de 1977 convocaron la primera manifestación por la liberación homosexual en el Estado español. Armand de Fluvià estaba en la manifestación de Nueva York, representando al FAGC con una senyera, y pudo comprobar el éxito de sus compañeros a través de la prensa estadounidense.
En paralelo al FAGC, Armand de Fluvià también fue fundador del Institut Lambda, hoy Casal Lambda, para crear un espacio seguro también para las personas homosexuales que no tenían un interés en el activismo. Años más tarde, en 2008 fue uno de los impulsores de la Fundació Enllaç, que defiende los derechos de las personas mayores LGTBI.
Una memoria preservada
La última vez que tuve la oportunidad de entrevistar a Armand de Fluvià, el año pasado, su memoria ya era frágil. Sin embargo, seguía recitando como una epopeya los grandes hitos del movimiento por la liberación homosexual. En la conversación grabada para el Archivo Histórico de la Ciudad de Barcelona, lamentaba no acordarse de cosas. “Ya me falla la memoria, la suerte es que tengo un diario que va desde las primeras cosas que sé desde que nací, por lo que me contaron, hasta hoy, que lo continúo”. Los estaba digitalizando, y quedarán depositados, con todo su archivo y su biblioteca en el Archivo Nacional de Catalunya. “Cumpliré 92 años, y tengo que ir preparando estas cosas, porque si no, después los que vivan harán lo que les dé la gana, aunque sé que mi esposo se cuidará de esto”.
Consultar el fondo del movimiento gay depositado por Armand en el archivo es una experiencia emocionante. La carta enviada a los obispos en 1970, el primer boletín de AGHOIS de 1972, las actas de las reuniones del FAGC, publicaciones de temática homosexual de todo el mundo… “A mí no me gusta destruir, me gusta conservar, y gracias a conservar estas cosas podemos escribir la historia”, reivindicaba. Su preocupación por esa historia no se limitaba a su archivo personal y los de las organizaciones en qué participó. Hace pocas semanas, descubrí que cuando falleció Patricio Peñalver, activista gay y vecinal del barrio de Ca n’Oriach de Sabadell, Armand se encargó de recuperar sus papeles para depositarlos también en el archivo. Se empeñó en qué tuviéramos un fondo completísimo para que nadie pueda negar nuestra historia.
En un movimiento marcado desde sus inicios por divergencias y por el reto de reconocer distintos ejes de desigualdad dentro de la diversidad sexual y de género, Armand ha sido, más allá de las diferencias, un referente incontestable. En la conversación del año pasado, decía que en el año 1970 no podían imaginar lo que se ha conquistado hasta el día de hoy, “pero es lo que queríamos”. Sobre el futuro, se mostraba optimista, “creo que el mundo va siempre dos pasos adelante y uno atrás, pero al final, siempre va adelante”. ¿Y sobre su trayectoria? “Hemos hecho lo que teníamos que hacer, claro que podríamos haber hecho más, pero hemos hecho todo lo que hemos podido”.