Los expulsados del poblado de Can Rova, en el cual pagaban un alquiler ilegal por un trozo de tierra, han creado infraviviendas en un terreno pegado a esa finca. «¿No tienen más solución que mandarnos a nuestra tierra?», dice una de las cientos de personas (entre ellos, menores) que viven sin luz ni agua
El desalojo de un casero pirata en Ibiza deja a 200 personas en la calle: “Somos los trabajadores que levantamos la isla”
Juan enseña las palmas de sus manos. Están sucias, duras, llenas de ampollas, reventadas, y con callos. Unas manos-lija. Juan prefiere que le fotografíen las palmas de esas manos-lija en vez de la cara. Además de ser su herramienta de trabajo, la piel rugosa de esas manos-lija cuenta mejor su historia que el cansancio que se lee en su rostro. Juan gana, en negro, “unos 1.200 euros” cada mes “botando escombros, haciendo huecos, lo que salga”, pero no tiene hogar. La Constitución Española habla, en su capítulo 47, del derecho a la vivienda digna y Juan ha vivido, desde que vino de Colombia al final de la primavera, en campamentos chabolistas. Alquilar una habitación es inasumible porque los precios de Eivissa están disparados. “Y, además, se encuentran muy pocos arriendos. Los pocos que hay, vuelan”.
Las últimas durezas de las manos de Juan no se deben solo a las peonadas que echa para reunir su ingreso mensual. Desde que el 31 de julio se quedara sin techo cuando los antidisturbios de la Guardia Civil desahuciaron a las doscientas personas que todavía vivían en Can Rova, Juan ha levantado una chabola en un pedazo de terreno pegado a la valla de la finca donde le cobraban un alquiler ilegal. Varias razones llevaron a Juan a pagar por pernoctar durante sus primeras semanas en la isla en : Antonio Cardona, el casero-pirata de Can Rova.