Los partidos progresistas negocian para retomar la coalición de gobierno en uno de los principales municipios de la sierra de Madrid tras la dimisión del alcalde socialista
El alcalde de Manzanares El Real dimite y entrega el acta cuatro meses después de romperse el pacto de izquierdas
La experiencia democrática muestra que las divisiones entre derecha e izquierda tienden a difuminarse en la política municipal cuanto más pequeñas sean las localidades. Las relaciones personales, las rencillas vecinales o la simple distinción entre los paisanos ‘de toda la vida’ y los de raíces más recientes acaban siendo cuestiones de peso. En Manzanares el Real, municipio de la sierra madrileña, estos son precisamente los condicionantes que asoman detrás de la sorpresiva ruptura del Gobierno de coalición de izquierdas el pasado junio y la dimisión, este mes, del alcalde, José Luis Labrador, de PSOE-Progresistas. El ya exregidor amagó con un pacto con el PP que no acabó de concretarse, pero del que hay precedentes en la accidentada política local.
Ser de Manzanares o no serlo depende menos del padrón municipal que de ser reconocido como tal por los pares, según algunos de los vecinos más veteranos. A Silvia Masiá, oriunda concejala de Más Madrid que se estrenó como edil esta legislatura, se lo recuerdan por la calle. “Lo importante es que tú eres de aquí”, le han dicho más de una vez de paseo por la plaza del ayuntamiento, según relata a elDiario.es.
Pero son los otros, los ‘nuevos’, los protagonistas del crecimiento sostenido de la población. Manzanares contaba con 2.300 vecinos censados en 1991. Hoy son más de 9.300, un resultado en buena medida del éxodo urbano de la capital. A los pies del emblemático roquedal de La Pedriza, a la vera del embalse de Santillana y con el reclamo del castillo de Los Mendoza, el atractivo turístico del lugar es notorio. Y en los escaparates de las agencias inmobiliarias se multiplican los carteles de “vendido”.
En el mercadillo local de los viernes tiene un puesto de ropa Sara, muy crítica con lo acontecido en el ayuntamiento, por lo que prefiere no dar su nombre real. “Se pelean de forma totalmente arbitraria y el pueblo se siente ninguneado. No se nos ha preguntado nada”, protesta.
“El alcalde es un desastre: de un día para otro rompe el gobierno y luego coge y se va”, dice Rafael, de paseo con el niño por la plaza del pueblo después de comer. Rafael lleva solo cuatro años en Manzanares, aunque quería mudarse desde tiempo antes. También pide que se le cite con un nombre falso. Sí da nombre y apellido José Segura, de 73 años, a punto de marcharse definitivamente a Torrevieja (Alicante) después de dos décadas en el pueblo. “Yo no me llevo con ningún partido, tendrían que ser [los políticos] personas del pueblo independientes. Aquí nos conocemos todos y sería más fácil”, opina.
Entre la “deslealtad” y los problemas banales
En la fortaleza de los Mendoza decidieron los diputados provinciales en 1983 que Madrid sería una comunidad autónoma al uso y no un distrito federal, pero el acontecimiento político más sonado de los últimos tiempos ha sido el desmantelamiento del parque de ‘La Boni’, de nuevo en manos de la duquesa del Infantado tras sentencia judicial. Con todo, el suceso no hacía presagiar la ruptura del Gobierno local El alcalde y otros dos ediles de PSOE-Progresistas gobernaban en coalición con la candidatura vecinal CUV (apoyada por Podemos e Izquierda Unida), con tres concejales, y Más Madrid, con otra, frente a seis del PP y uno de Vox.
Pintadas contra la duquesa del Infantado en Manzanares el Real.
Labrador, sin embargo, declaró roto el gobierno el pasado 13 de junio, entre acusaciones de “deslealtad” y menciones a cuestiones en apariencia menores, como una supuesta falta de limpieza en el municipio o desacuerdos sobre los salarios de los trabajadores municipales. Inmediatamente, sus antiguos compañeros lo instaron a “recapacitar”, aduciendo que las desavenencias no eran tan graves como se pintaban.
Entre los sorprendidos estuvo Fernando Román, de CUV, que ya había sido edil del gobierno municipal en la anterior legislatura. “Llevábamos cinco años gobernando. Habíamos tenido una primera legislatura en la que nos enfrentamos a la pandemia o a la [tormenta] Filomena. Son situaciones que hay que gestionar y que podría haber tensionado, [pero] supimos resolver las discrepancias que, por otro lado, son totalmente normales”, cuenta.
Román admite que el conflicto soterrado entre nuevos y viejos vecinos puede explicar ciertos roces. “Hay algunos que creen que el pueblo es poco menos que suyo y [esto] tiene mucho que ver con gente que considera que la población más reciente no tiene el mismo status […] Tras esos primeros cuatro años de entendimiento [con el PSOE] parecía que la cosa se normalizaba un poco en ese sentido, pero puede ser que algunas de esas lógicas todavía queden”, concede.
Guiños a la derecha
En el primer pleno municipal tras romper la coalición, Labrador, guardia civil de profesión, dio pistas sobre sus planes de Gobierno. Reconoció que con tres concejales en una corporación de 13 resultaría complicado aguantar tres años. “Quedo en manos de todos los grupos que sean capaces de mirar más allá”, emplazó. El PP recogió inmediatamente el guante. “Si nos invitan […] La derecha moderada ya ha gobernado con el PSOE”, adujo el veterano edil popular Damián Guijarro. Hablaba con conocimiento de causa: en la legislatura 2015-2019, los socialistas acabaron incorporando al gobierno al PP de Guijarro y a otro partido local.
Pero aquel pacto no era siquiera el primero. El PSOE lleva sobreviviendo en la alcaldía desde 2007, a pesar de estar siempre en minoría, por la división de la oposición. Una sucesión de partidos de derechas, independientes, liberales y escisiones varios de los anteriores, muchas veces con los mismos protagonistas, permitieron a los socialistas, entre enemistades cruzadas y pactos de conveniencia, gobernar con equilibrios precarios, siempre con la amenaza de la moción de censura en la sombra. La inestabilidad fue notoria entre 2011 y 2015. El primer acuerdo de gobierno se rompió al año y los presupuestos de 2014 se votaron con una mayoría en la que había concejales expulsados de dos partidos.
Fachada del Ayuntamiento de Manzanares el Real.
El primer gobierno estable con partidos de izquierdas (PSOE con CUV) no se formó hasta 2019, con Labrador ya a la cabeza tras dar el relevo al anterior alcalde, Óscar Cerezal, quien sumó tres mandatos. Los socialistas eran el grupo mayoritario, con cuatro ediles por los tres de sus socios. Con las elecciones de 2023 y la irrupción de Más Madrid con una edil, el equilibrio se invirtió en favor de la pata más izquierdista de la coalición. Comenzaron a gestarse las suspicacias del regidor. “En esta legislatura la aritmética era un poco diferente, [el PSOE] ya no tenía mayoría automática […] Eso puede haber sido parte del malestar, pero es lo que tienen los gobiernos de tu coalición: si tienes que encontrar entendimientos con quien lo piensa igual que tú, todas las partes tienen que ceder”, cavila Román.
Mociones de censura y puñetazos: un tormentoso pasado democrático
Los encajes ya habían sido problemáticos en los 90 y primeros 2000, cuando las mociones de censura eran reiteradas y las crónicas periodísticas recogían acusaciones de puñetazos en los plenos. Emerge de nuevo aquí la figura de Damián Guijarro, joven alcalde independiente en los 80 y luego aguerrido concejal de Urbanismo. Con los años se pasó al PP y más tarde a una formación local de apellido liberal, para finalmente reincorporarse a las filas populares. Su capacidad de supervivencia da ejemplo de la particular dinámica local, donde los rivales acérrimos se vuelven socios leales si la aritmética lo requiere. Una muestra: de ser expulsado de un pleno por polemizar a voces con el alcalde (intervención policial mediante) pasó con el tiempo a entrar en el equipo de gobierno del mismo alcalde.
La convulsa experiencia histórica pudo dar esperanzas a Labrador de reformular el Gobierno con la derecha. Su versión es que, si no se logró, fue por órdenes de arriba, según escribió en su carta de dimisión del pasado 14 de octubre, en la que esgrimía también motivos de salud. “Tras un período de diálogos con el Partido Popular, con quien gran parte de nuestros proyectos políticos para Manzanares El Real coincidían, finalmente no ha podido materializarse [el pacto] por falta de acuerdo desde los dos grandes partidos en Madrid, PP y PSOE”, lamentó. Este miércoles, en su última intervención en el pleno, remachó: “Abrí la puerta para entendimientos más amplios dejando al lado marcas políticas, ideologías, cálculos electorales y populismos”.
El mismo día de la renuncia, la secretaria de Organización del PSOE de Madrid, Marta Bernardo, indicó que el partido trabajaba para retomar la coalición. La segunda del alcalde dimisionario en el gobierno local, Alicia Gallego, se postuló rápidamente para sucederlo. Si una semana antes de la dimisión acusaba a CUV de “demagogia” en Facebook —el PP recopiló sus declaraciones descalificando a sus antiguos compañeros de coalición—, a la siguiente difundió un comunicado de su partido que llamaba a la concordia. Las partes ya se han reunido para limar asperezas.
El plazo vence el 7 de noviembre, fecha que marca la ley para celebrar la sesión en la que se elegirá al nuevo alcalde. Si no hay acuerdo, el bastón de mando recaerá en el PP, cuya lista fue la más votada en las elecciones. CUV no descarta postularse para la alcaldía. “Todos los escenarios están abiertos, tendremos que ver el acuerdo al que llegamos”, explica Román. Fuentes orgánicas de Más Madrid dicen que le cerrarán la puerta al PP, pero piden garantías: “Si no, ¿qué nos asegura que en seis meses el PSOE no va a volver a romper el gobierno?”.