El PP es un partido mucho más machacado internamente de lo que suele creerse. Crisis sucesivas le han hecho perder a cientos de dirigentes y cuadros con experiencia, carecen de ‘cerebritos’ que aconsejen a los jefes
Más de un dirigente del PP, si es que no son muchos, debe pensar que con su actual estrategia no van a derribar al Gobierno y que ya es bastante inevitable que las elecciones generales tengan lugar dentro de dos años o algo más. Es también muy probable que aún no haya terminado la sucesión de escándalos promovidos por la derecha, con la colaboración de jueces bien escogidos, y que los medios afines al PP, así como sus disciplinados tertulianos, terminarán dado todo el pábulo posible a los nuevos que lleguen a la actualidad. Eso es lo que nos espera, aunque sea cada vez más insoportable y más ridículo.
Cabe, sin embargo, preguntarse por qué la derecha insiste en una línea que no conduce a parte alguna, y si es que habrá alguna clave secreta para que un día ese acoso sin pausa termine dando frutos. Hay quien dice que el momento decisivo será cuando la amnistía para todos los implicados en el procés termine en el Tribunal Constitucional, tras su previsible rechazo por parte del Tribunal Supremo de Manuel Marchena al que, quien sabe, atribuye el papel de urdidor de la amplia trama judicial que combate contra el Gobierno. Y que en esa decisiva votación final sobre el asunto, Pedro Sánchez será derrotado. Porque alguno de los magistrados que forman la mayoría progresista del organismo, o hasta el propio presidente, se echará para atrás en el último minuto.
Ese rumor ha corrido y corre, pero no hay nada que indique que pueda tener visos de credibilidad. Todo lo contrario: después de no pocas dudas, parece que Carles Puigdemont y Junts han aceptado que al final habrá amnistía y que es mejor esperar sin aspavientos a que se produzca ese resultado. Y, mientras tanto, colaborar con Pedro Sánchez cuando su apoyo sea absolutamente imprescindible.