Antonio Romero, un comunista de los pies a la cabeza

En la izquierda las hemos pasado canutas (y lo que queda) pero siempre Antonio Romero era un asidero en la marejada y ponía sus faros largos cuando no se veía salida. Sonrisa permanente, mirada directa a los ojos y abrazo fácil.

Escribir esta tribuna no es fácil. Se hace bola. Aunque recordar la biografía política de Antonio es un placer, un orgullo de clase y un sacar pecho por lo mejor que ha parido el pueblo andaluz en el seno de una familia humilde del corazón de Andalucía: Humilladero (ese pueblo en el que en 2007 se aprobó una moción municipal para que se implantara la III República). 

Sin embargo, refrescar el cariño que profesaba y el entusiasmo que transmitía duele. Porque en la izquierda las hemos pasado canutas (y lo que queda) pero siempre Antonio era un asidero en la marejada y ponía sus faros largos cuando no se veía salida. Sonrisa permanente, mirada directa a los ojos y abrazo fácil.

Desde su pueblo y con su enfermedad era capaz de estar en el meollo de las cuitas de la izquierda. Más de uno y de una se sorprendería de las conversaciones que se atendían en su teléfono. Todas y todos saben que fue una figura indiscutible de la historia de la izquierda, lo que no saben tantos es que hasta sus últimos días también lo era de la intrahistoria cotidiana, esa que transcurre entre bambalinas.

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