¿Por qué lo ha hecho? ¿Por qué el PSOE se ha plegado a las señoras transexcluyentes? ¿Por qué se ha dejado arrastrar por el mucho ruido y las pocas nueces de esa minoría de señoras queerodiantes, a la que ni siquiera apoya la mayoría que acudió al Congreso socialista, ni mucho menos sus votantes, ni mucho menos una mayoría social que quedó patente en la calle el pasado 25N? ¿Por qué el PSOE ha creído necesario discriminar, borrar, a una parte de la ciudadanía?
Era de Perugrullo que detrás de la decisión del PSOE de eliminar la letra Q y el símbolo plus de las siglas LGTBIAQ+ estaba Carmen Calvo. Ante el estupor y las críticas que ha recibido la decisión del 41º Congreso Federal de ese partido, esta persona, a la sombra sanchista, anda por las cadenas de televisión defendiendo las medidas de la involución. Los colectivos queer advierten de que el psoeísta sólo traerá más violencias, mientras la presidenta del Consejo de Estado proclama en Espejo Público que “el Partido Socialista no puede ser queer”. Nada que Calvo no lleve defendiendo a la luz de la vicepresidencia del Gobierno o a la presunta sombra del supremo órgano consultivo, que Sánchez le puso a presidir cuando el feminismo rancio de la exministra taurina chocó con las más avanzadas posiciones de la coalición. Lo proclama, eso sí, quien, acerca de otros graves asuntos relacionados en las últimas semanas con su partido, se escuda en su condición de presidenta del Consejo para afirmar “no puedo ni debo entrar”. Manzanas traigo. Peras y manzanas, como Ana Botella.
statementEl PSOE se ha permitido deponer las armas pacíficas de la inclusión en la cruenta guerra entre partidos de izquierdas y facciones feministas, cuyas víctimas son parte de una ciudadanía que sólo espera la protección en democracia de sus derechos fundamentales. Una guerra en la que ha ganado esta batalla la facción minoritaria del feminismo. No había más que darse una vuelta en Madrid por las dos manifestaciones celebradas contra la violencia machista el pasado 25 de noviembre para comprobar que la convocada por las que han conseguido quitar la Q y el plus era llamativamente menor y sus asistentes, de un rango de edad mucho mayor que la manifestación multitudinaria, la de los feminismos transinclusivos, abarrotada de personas jóvenes, de familias, de migrantes, de mayores que no se han anclado en un pasado reduccionista y discriminatorio. Las de la mani fallida son las que han conspirado contra la Q y el plus de las identidades no binarias, y no han podido con la T de transexuales porque sería ilegal, pero les gustaría tumbarla también. De hecho, han llegado a publicar estos días artículos en los que han reducido las siglas LGTBIAQ+ a LGB, una merma insólita a estas alturas de la historia, aunque acorde a su rancia (hay quien la llama clásica) amplitud de miras.