“Nunca me he arrepentido de esta decisión, no me arrepiento de dar la cara”, ha dicho Gisèle Pelicot, después de conocer las condenas por violación para su exmarido, Dominique Pelicot, y otros 50 años por agredirla sexualmente durante una década mientras ella estaba bajo los efectos de medicamentos. Su rostro es el símbolo del mayor proceso por violación mediante sumisión química de la historia judicial francesa. Este jueves, el titular del que la prensa de todo del mundo estaba pendiente era el veredicto del tribunal de Aviñón: la pena de 20 años de prisión para Dominique Pelicot. Pero la palabra y la imagen es la de la mujer que comparte apellido con el condenado, Gisèle Pelicot. La mujer que decidió que el proceso fuera público y que obligó a un país a reflexionar sobre lo que llamó “la banalidad de la violación”.