El Observatorio, Matilda o Gruta 77 son algunos de los recintos más famosos para ensayar, en los que tanto bandas emergentes como las consolidadas practican sus temas, se prestan instrumentos o cultivan estribillos. Y en este mundillo, casi todos los caminos llevan al sur de Madrid
Quince bandas emergentes de Carabanchel se suben al escenario del Wizink con un festival gratuito
Dicen que es el nuevo distrito de moda y hasta trataron de venderlo como el tercer barrio más cool del mundo. Hace un año desde que la revista Time Out encumbró a Carabanchel como una meca del artisteo madrileño, aunque la noticia fluctuó entre el orgullo y la indignación. A fin de cuentas, se trata de un barrio obrero donde la vivienda también se encarece o en el que los centros de salud sufren la falta de médicos. Un año antes de glorificarlo, la misma revista lo situó entre los barrios con menor renta anual de la ciudad. Pero las galerías artísticas, los centros de ocio o las actividades alternativas se multiplican, y hay quienes ya hablan de Carabanchel como el ‘SoHo’ de Madrid. La oferta cultural crece, sobre todo para los músicos.
El distrito ya aglutina más locales de ensayo que cualquier otro lugar de España. En total hay nueve negocios con licencia y, entre ellos, algunos bastante conocidos y habituados tanto por artistas de la escena como por bandas emergentes. Sean exitosos o desconocidos, los grupos usan estos espacios para crear su música, probar nuevos sonidos o incluso plantear colaboraciones con sus vecinos de local sin tener que acomodar sus viviendas ni molestar a otros residentes. En muy pocos metros cuadrados se concentran algunos de los más famosos, como El Observatorio, Matilda, o Gruta 77. Juan Luis Nieto regenta el último de ellos, un trabajo que compagina con su actividad en la APLEM, la Asociación Profesional de Locales de Ensayo Musical, de la que es presidente. En su último sondeo calcularon hasta 250 locales de ensayo con licencia en toda la Comunidad de Madrid, varios en el distrito donde él vive y trabaja. Y donde ensayan artistas como Biznaga, Los Punsetes, Bechamel, las Hinds o Vicente Calderón
“Queremos que se nos reconozca como lo que somos: una actividad cultural”, sentencia desde el minuto uno. “La cara oculta de la música son las salas donde nacen las canciones, pero públicamente no se nos reconoce”, considera este amante del sonido. Alquilar un local cuesta entre los 200 y los 500 euros mensuales por un espacio que, generalmente, se comparte con otros grupos y en el que las horas de ensayo han de organizarse con antelación. Nieto aclara que no solo ofrecen un lugar donde practicar, sino que en muchos casos –como el de Gruta 77– también se imparten clases de canto o de algún instrumento. A la vez es un sitio idóneo para el “tráfico de músicos”, o lo que es lo mismo, el traspaso entre grupos tanto de material técnico para tocar como de sus propios integrantes, que en muchos casos fluctúan de una banda a otra. “Si a alguien le falta un batería para un concierto pregunta en el local de al lado, esto es algo muy habitual. Y entre ellos se hacen favores para cubrir esas vacantes que van surgiendo en el día a día”, reseña Nieto.
Queremos que se nos reconozca como lo que hacemos y somos: una actividad cultural
Hinds, la afamada banda madrileña que a día de hoy forman Carlota Cosials y Ana García Perrote, es uno de los dúos que ensayan en el distrito y comparte tiempo o espacio con otras dos bandas más. Llegaron a ser teloneras de Coldplay, pero el glamour del escenario es bastante más gris y disciplinado entre bambalinas. Cables, sintetizadores, guitarras, altavoces, cejillas… son muchas las herramientas con las que trabaja un artista en el local de ensayo, y generalmente son ellos mismos quienes ponen el material de su bolsillo. Por eso es muy importarte poder servirte de instrumentos de otros compañeros en la industria para salir de un contratiempo puntual. Su caso no es una excepción.
“El otro día compartimos un flight case [contenedores especiales para transportar equipos] a Depresión Sonora, y con Toni [Díaz], de Cupido, también intercambiamos hace poco algo que nos hacía falta”, recuerda García Perrote, que ha pasado junto a su compañera por hasta tres locales distintos en los diez años que llevan en activo. Eligieron negocios como el Pandora Box o el ya extinto Rock Palace, ambos en Arganzuela, pero conforme crecían notaron que se les quedaba pequeño. También probaron en Argüelles, donde compartieron habitáculo con las Ginebras. En su caso fue la búsqueda de espacio lo que les desplazó de zonas más céntricas, pero coinciden en que a muchos de los suyos les ha echado “la gentrificación absoluta” que ha ocupado Madrid. “Hoy en día hay más bandas en activo que locales de ensayo”, senala Cosials apuntando a esta paradoja.
Al final, notan cómo hay artistas que dejan sus barrios para mudarse al sur, donde los precios pueden ser algo más baratos, y entonces tienen que buscar un sitio para practicar cerca de casa. “Para nosotros es como una oficina, el sitio al que vas todos los días”, reflexiona García Perrote. La tendencia, sin embargo, ya ha cambiado. El alquiler mensual está de capa caída: lo habitual ahora es arrendar por horas, a unos 10-20 euros según el caso. “Lo que pasa es que la mayoría de bandas son de gente joven, en la veintena, que aún vive con sus padres o no trabaja y tiene tiempo libre para dedicarle a la música. Eso hace que también tengan poco poder adquisitivo”, deduce Cosials. Si tienen que elegir cuál es el mejor local en Carabanchel no dudan en nombrar a El Observatorio, junto al metro de Oporto. “Es el mejor de todos. Tienen terraza, un bar… y eso hace que muchas bandas estrechen relación tomando algo tras los ensayos”, concluyen.
Allí se dejan ver muchos de los grandes, como Biznaga. La banda rock Vicente Calderón también toca en el local de la calle Algorta. Ellos son cinco en total y pagan 470 euros todos los meses por reservar el espacio, que comparten con otras tres bandas más. Como mencionaron las Hinds, lo que les convenció fue en parte la calidad del espacio y el “buen ambiente” que propiciaba. Pero también que abriera prácticamente todo el día o dieran opción de acceder antes de la apertura si alguien tiene concierto y necesita cargar el equipo. Antes pasaron una temporada en el Metrónomo, una rara avis en Madrid donde se ofrecen locales gratuitos a un selecto grupo de artistas.
Los miembros de la banda Vicente Calderón.
Es una apuesta de la Comunidad de Madrid, que pone a disposición de bandas emergentes diez salas de ensayo y un estudio de grabación. Las opciones de conseguir plaza, por lo tanto, son pocas, pues no son pocos grupos de la escena los que prueban esta vía. Los de Vicente Calderón tuvieron que abandonarla por problemas de disponibilidad. “Teníamos que ir siempre a la misma hora, y se nos acabó haciendo imposible”, explican a Somos Madrid. El éxito de Carabanchel como nuevo hogar para muchos grupos es un fenómeno que ven bastante asentado, especialmente desde que el distrito se resignificó a nivel artístico y muchos estudios de pintura o galerías de arte pasaron a instalarse en él.
“No sabemos si esos movimientos surgen de que haya tantos locales para ensayar y gran variedad musical, o si es más bien al revés. Lo que sí está claro es que Carabanchel es un barrio de los de verdad, con población diversa y una amplia cultura de la música”, consideran. De este caldo de cultivo ebulle un movimiento que parece haber venido para quedarse. Igual que la tendencia del alquiler por horas, que también les es de sobra conocida. Son un grupo con cierto público y, por lo tanto, recursos. Pero quienes acaban de empezar no lo tienen fácil y esto puede servirles como solución intermedia.
“Al principio no tienes muy claro en qué dirección va un proyecto ni hay plan de ensayos fijo”. Eso convierte en un “compromiso” el entrar a un local por meses, ya que “nunca sabes qué vas a necesitar o lo que querrás a medio plazo”, señalan. El cómputo final da un precio más elevado al tiempo de ensayo, pero para quienes primero prueben algo puntual otorga “una mayor flexibilidad”. En esta línea se mueve también Bechamel, otra banda de las que se mueven por el distrito y que componen cuatro integrantes. Como los anteriores, ellos también tocan en El Observatorio y pagan unos 500 euros cada mes. “Por suerte o por desgracia”, comparten sus escasos 10 metros cuadrados con otros cuatro grupos.
Bechamel en el local de ensayo.
“Cuando un proyecto arranca todo son gastos. Justamente el local de ensayo es una faena porque, por un lado, es muy difícil de encontrar y casi no hay hueco y por el otro, es caro”, sentencia esta reciente banda madrileña, que apenas nació en 2021. “A nosotros nos duele el alma por pagar 500 euros por 10 metros cuadrados que viene sin equipar, y al que hay que sumarle el coste de todo un equipo”, afirman. De no hacerlo y buscar una ubicación alternativa en la que practicar, ya sea en la calle, un garaje o el interior de una vivienda, las molestias por los ruidos serían mucho mayores. En un estudio de grabación, las paredes están insonorizadas. “Si tienes una cierta estabilidad económica y medios suficientes no habrá problema, pero me pregunto cuántos proyectos increíbles se han perdido a lo largo de la historia por motivos económicos”.