La directora de ‘Te doy mis ojos’ estrena en el Festival de San Sebastián su nueva película, ‘Soy Nevenka’, donde reconstruye la historia de la mujer que en el 2000 denunció al alcalde de Ponferrada
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Icíar Bollaín tiene un don como cineasta. Sabe pararse y mirar. Está atenta a lo que se cuece en las calles. Eso se convierte en películas que se adelantan a los debates sociales. Cuando nadie hablaba de violencia machista ella la puso en el foco gracias a Te doy mis ojos. Cuando la conciliación era un término que no se usaba, ella la abordó desde ese trío de espías en la sorprendente Mataharis. Hasta la descolonización que ahora copa titulares aparecía en un filme como Y también la lluvia,
Con su nueva película no se ha adelantado a ningún debate, sino que ha reivindicado a aquella mujer que sí lo hizo. Nevenka Fernández se atrevió a denunciar a su acosador, el alcalde de la localidad leonesa de Ponferrada, en el año 2000. Mucho antes del Me too. Mucho antes de la última revolución feminista. Por ello se enfrentó a unos medios sensacionalistas y a una sociedad misógina. España le debía una disculpa, y ha llegado en forma de Soy Nevenka, el filme que compite por la Concha de Oro en San Sebastián y se estrena en cines el próximo viernes 27.
¿Hablar de una persona real y viva, como Nevenka, da más presión?, ¿siente uno más responsabilidad?
Sí. Sobre todo quieres que cuando esa persona la vea se sienta identificada con lo que estás haciendo. Porque, además, en el cine hay mil momentos en los que puedes ir por un sitio o por otro y todo es muy sutil, pero también por eso hablamos mucho con ella. A medida que hacíamos nuestra investigación y hablábamos con diferentes personas, volvíamos a ella.
Ricardo Gómez, Isa Campo, Icíar Bollaín, Urko Olazabal y Mireia Oriol en San Sebastián
Entonces escribir el guion tuvo algo de investigación periodística.
Sí, porque fuimos hablamos con periodistas también, sobre todo de Ponferrada, y era interesantísimo porque nos contaron un poco el panorama del año 2000. Estuvimos allí y hablamos con muchas personas que nos dieron puntos de vista diferentes. Los funcionarios del Ayuntamiento que trabajaban con ella tienen un punto de vista distinto que el de sus amigas, que es distinto de lo que nos cuenta un constructor que los veía de noche, de fiesta.
¿Era fundamental que ella estuviera de acuerdo con lo que se estaba contando?
Ella es una mujer muy inteligente. En la película había cosas incómodas, pero ella también entendía que había que contar eso. Por ejemplo, sus padres al principio no lo comprenden, aunque luego en el juicio la apoyaron, pero eso no lo íbamos a edulcorar. Hay frases que se dijeron muy duras, y eso podíamos haber optado por no contarlo. Ella estuvo muy sola, no tenía a quién acudir. Lo que hemos intentado es que se entienda por qué pasó todo aquello, y pasó porque formaban parte de esa sociedad en la que el alcalde era una figura de respeto. Somos una generación a la que se nos dijo que eso no podía pasarle a un alcalde. Y eso hemos intentado reflejarlo. Además, las cosas contadas como malos y buenos no tienen mucho interés, porque la realidad siempre es más compleja.
En esa investigación, ¿qué le sorprendió más?
Me ha sorprendido mucho la figura de Nevenka por lo que se transmitió de ella. Nevenka es una mujer muy dulce, muy inteligente. No se parece nada a la chica joven, un poco sospechosa que se comunicó en el momento. Se dio de ella una imagen de ambiciosa, de que se lo había buscado, de que se había metido en una relación con él y que era muy joven para tener aquel cargo. Ella en aquel momento estaba en Arthur Andersen, en Madrid. Fue una oferta de ellos, ella tenía opciones. No es una chica que tuviera ese objetivo, y luego hay un cortejo ahí muy intenso por parte de él para conseguir tener la relación con ella. Así que piensas, ¿qué es lo que se comunicó? Todas las sospechas fueron hacia ella, no hacia él.
Siempre le pedimos a la víctima que haga algo y yo creo que hay que pedir al entorno que haga algo. Y por supuesto al hombre, por descontado
Han pasado 20 años, pero viendo la película creo que es un filme que por supuesto habla de aquel momento, pero por desgracia habla del presente, ¿se ha mejorado mucho en este tiempo?
Yo en el inicio no pensaba que eso fuera a ocurrir tanto. Yo quería contar la película lo mejor posible. Hacerlo bien. No equivocarme con el casting, con las sutilezas. Eso ya era mucho. Pero al acabarla sí que dije, anda, si es que es una reflexión sobre hoy. Porque al mirar atrás, a hace 20 años, te preguntas, ¿y qué pasa ahora?, ¿qué pasaría?, ¿cómo estamos reaccionando ante casos similares? Creo que hemos cambiado un poco, pero creo que todavía queda.
Hay algo en la película clave, el silencio cómplice. Un silencio que es parte del caldo de cultivo de la cultura de la violación.
Eso tenía que estar. A mí una de las cosas que más me interesaba era pensar que este acoso laboral ocurrió a la vista de todos. Al maltratador y al acosador les arropa el silencio. Primero porque lo normaliza, lo minimiza. Parece que se acepta, y entonces la víctima se queda aún más sola. Esa es una de las cosas que todavía hay que cambiar y que podemos cambiar. Todos podemos reaccionar ante un acoso o ante un bullying. Los bullies actúan porque pueden, porque les dejamos.
Hay una responsabilidad individual que pasa luego a ser colectiva, pero parece que no queremos asumir que uno tiene que actuar.
Cuando vemos en la película a todos los que miran para otro lado, nos incomoda. A mí me incomoda porque yo he visto bullying y no he sabido qué hacer. Sé que es difícil. Es que siempre le pedimos a la víctima que haga algo y yo creo que hay que pedir al entorno que haga algo. Y por supuesto al hombre, eso por descontado. Otra cosa que pasaba con el caso Nevenka es que todo el foco se ponía en ella, en que no debía haberse metido ahí, no debería haberse liado con ese señor… Creo que todavía se pone el foco en la víctima, como si los hombres no se pudieran reprimir. Eso es absurdo.
¿Fue más difícil retratarle a él que a ella? Hubiera sido muy fácil mostrarle simplemente como un demonio, pero era una persona muy querida.
Parte del trabajo de ir a Ponferrada era para ver cómo se le percibía. Es un hombre que tiene mucho respeto de muchos vecinos de Ponferrada. La gente destacaba su don de gentes. Era un seductor, tanto de hombres como de mujeres. Por otra parte es de libro, porque los acosadores suelen ser así, si no les verías venir, pero suelen ser gente encantadora. Eso tenía que estar porque además lo hace más interesante y más real.
¿Vieron la película una vez acabada con Nevenka?
Sí.
¿Cómo fue ese pase?
Muy bonito, la verdad. Vino con su marido, Lucas, y con algunos de los personajes que aparecen en la película. Con su psicoanalista, su abogado… yo la iba mirando, porque había veces que se tapaba los ojos. La impresión fue muy potente y muy emocionante. Hay una parte en la que coincidieron todos. Ellos lo vivieron todo con mucho miedo, y la película tiene una parte épica, pero esa épica ellos no la vivieron así. Ellos lo vivieron todo con la sensación de conseguir sacar eso adelante, porque la idea de que perdieran era desoladora para Nevenka.
¿Cree que se le debía una disculpa a Nevenka como país, como sociedad?
Sí. Fíjate, nunca me había parado a pensarlo. Se le puede dar una disculpa y se le puede demostrar mucho cariño. Una manera de hacerlo es reconocer a las víctimas como tales y tratarlas como tales. Hay algo que me ha dicho ella, y que ha dicho en entrevistas, y es que esos 8 de marzo en los que salían todas esas mujeres a decir ‘aquí está tu manada’, eso a una víctima le reconforta. Le reconforta el saber que hay un reconocimiento a lo que han pasado. Una disculpa colectiva es difícil hacerla, pero sí se le puede expresar el cariño que merece.
Mireia Oriol como Nevenka en la película
Su cine siempre se ha adelantado a los debates sociales. Habló de violencia machista, de conciliación… en esta ocasión fue Nevenka la que se adelantó a todos.
Sí, se adelantó. Y de hecho por eso se quedó tan sola. Ahora, con el Me too, muchas mujeres han dicho ‘a mí también me ha pasado’, pero ahí fue solo ella. Ahí no salió nadie más a decir ‘a mí también me ha pasado’. En ese sentido sí fue una pionera. Se adelantó a todo.
Ha mencionado el Me Too. Usted lleva mucho en la industria del cine, ¿ha cambiado algo en aquel mundo?
Yo creo que es un cambio social. Quizá en el cine, como tenemos más el foco puesto y como además han salido casos, ha habido una reacción. Se han hecho cosas estupendas, como el protocolo que se ha generado para activar en rodajes, que creo que debería estar en todas partes. Creo que en general hemos mejorado Por ejemplo, cuando vi el tema del Dani Alves, el protocolo que se puso en marcha funcionó muy bien. Hay cosas muy simples que no sé si existen en España, pero en el Reino Unido, donde vivo, en algunos lugares he visto un cartel en el cuarto de baño que pone de una manera muy simple, ‘¿Está saliendo mal la cita? ¿Te sientes incómoda? Pregunta en la barra por Karen’. Entonces tú puedes ir a la barra y decir eso y ya van a entender que estas en una situación que no quieres estar y te ayudan a marcharte. Sin escándalo. Me parece sencillo y fantástico.
Da mucha impresión ver cómo respondieron de mal los medios. ¿Estamos mejor?
Yo creo que en parte sí. Es muy impresionante. Éramos una sociedad muy poco consciente y muy injusta con las víctimas y había una misoginia clara y sobre todo una trivialización. A mí lo más fuerte me parece lo que dice Urdaci, que lo definió en el telediario como una trifulca sentimental. Es decir, esta chica da una rueda de prensa, temblorosa, diciendo que el alcalde lleva meses acosándola y abres el telediario diciendo ‘trifulca sentimental’. Yo quiero creer que esto ha cambiado bastante.