Activistas del barrio de Vallcarca aprovechan un solar vacío desde hace más de una década para levantar la estructura que da cobijo a los usuarios y que el Ayuntamiento alega que no puede instalar
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La pequeña marquesina de madera y metacrilato se yergue junto a la acera en la calle Farigola, en el barrio de Vallcarca de Barcelona. Como tantas otras en la ciudad, sirve para que los usuarios de autobús, en este caso de la línea 87, se resguarden de la lluvia y del viento. Pero con la salvedad de que esta ha sido construida a mano por los vecinos hace apenas una semana. “La hemos hecho siguiendo la tradición de autogestión del vecindario”, reivindica Aran Llivina, de la asociación Som Barri.
La construcción de la infraestructura ha sido un gesto que ha conquistado las redes sociales estos días, en parte por su similitud con la historia que relata El 47, la película del secuestro de un bus en los años de la Transición para demostrar que era posible llevarlo al barrio periférico de Torre Baró, y que consiguió la llegada del transporte público en la zona.
En Vallcarca, esta marquesina, que apareció el pasado 26 de septiembre, es además la punta del iceberg de un movimiento vecinal y asociativo más grande. “Representa nuestro espíritu de autogestión”, defienden quienes la han construido. Situada a unos metros del asentamiento de la calle Argentera, actualmente amenazado de desalojo, se encuentra dentro del autodenominado parque de Les Vinyes, un solar abandonado desde hace más de una década, propiedad de Núñez i Navarro, al que los vecinos dan distintos usos.
Al finalizar la jornada laboral de muchos barceloneses, sobre las 17.00 horas de este miércoles, en esta particular marquesina no había nadie sentado. Todavía un poco recelosos de la nueva construcción, la decena de vecinos que esperaban el autobús preferían hacerlo de pie o sentados en el muro de cemento que separa la acera del solar.
“Inicialmente, desde el Ayuntamiento hicieron este muro”, explica Glòria, una habitual de la línea 87, sentada en la pequeña estructura de cemento gris que hay a cada lado de la nueva marquesina. Como ella, varios vecinos usan el muro para apoyarse y esperar que llegue el bus, pero añade que “cuando llueve queda muy descubierto”. Puede que lleve un tiempo hasta que los vecinos confíen en la infraestructura de madera para refugiarse, pero Llivina asegura que no la van a retirar.
Un ciclista pasa junto a la marquesina de Vallcarca
Los activistas que levantaron la marquesina lo hicieron porque el Ayuntamiento de Barcelona aduce que no puede instalarla debido a la estrechez de la calle y de la acera. De ahí que para señalizar la parada solo haya un poste. “La acera dispone de un ancho de 1,8 metros y los modelos de marquesina usados en la ciudad tienen un ancho de al menos 1,5 metros, dejando una distancia insuficiente para cumplir la normativa”, aseguran fuentes del consistorio.
“El espíritu de Vallcarca es este: ¿aquí no cabe una marquesina? Pues la hacemos nosotros”, explica Llivina. Como la marquesina se levanta concretamente sobre el solar y no ocupa el espacio público, los agentes de la Guardia Urbana que acudieron al lugar no pudieron frenar la construcción de la estructura.
Desde Som Barri llegaron a difundir en X la visita de la policía local tirando de ironía: “Hoy unas vecinas, cansadas de esperar la marquesina del 87 que nunca llega, han decidido que la hacían con sus manos. Parece que al PSC le gusta mucho la peli del 47, pero no la ha entendido”.
Vallcarca, un vecindario contestatario
Esta no es la primera actuación de este tipo de los vecinos de la zona de Vallcarca. “Se han plantado tres huertos en distintos lugares, se han ampliado aceras, se han plantado árboles en casi todos los solares, se plantaron también 300 viñas”, enumera Llivina sobre las manifestaciones de autogestión del activismo vecinal. También añade que fue gracias a los vecinos que se salvó y reformó La Fusteria, un edificio en la calle Argentera que sirve como punto de encuentro del vecindario. Y no solo eso, tienen un taller de bicicletas que gestionan ellos mismos donde cualquier vecino puede ir a hacer reparaciones.
La historia de la marquesina tiene que ver también con la de los solares vacíos fruto del plan urbanístico de 2008 seguido de la crisis económica. Algunos de ellos son de la inmobiliaria Núñez i Navarro. Desde entonces los vecinos han defendido que no se construyan edificaciones a precio de mercado y a su vez han creado espacios comunitarios en algunos de esos terrenos, como el parque autogestionado de Les Vinyes.
“Nunca nada de lo que hemos hecho en Vallcarca ha tenido tanto eco como la marquesina”, se lamenta Llivina. Aun así, asegura que no hay una gran historia detrás con la que quieran reivindicarse, sino que “la verdadera épica es la de la gente organizada que tiene proyectos y los hace”.
En su mensaje inicial señalaron además al Gobierno municipal de Jaume Collboni, al que acusan de ponérselo más difícil a las iniciativas vecinales que sus antecesores, Barcelona en Comú. “Ahora con el PSC volvemos a empezar” afirma Llivina.