No eran frívolos asuntos de cama. El exabrupto con que respondió González, “no tengo ni puta idea de lo que me habláis”, se parecía mucho a un cerrojo. Quedó claro que, si de él depende, nunca alcanzaremos algo parecido a la verdad
Tiendo a desconfiar de los libros de memorias, porque raramente son sinceros. Incluso cuando se escriben con ánimo de sinceridad falla algo. Con el tiempo, y se adecúan a un relato más o menos coherente que no se corresponde del todo con la realidad. El cerebro novela nuestra vida para simular que las cosas tienen algún sentido.
los recuerdos personales se transformanUna forma de sortear la ficción con que las neuronas engarzan fragmentos reales consiste en encargar a otros una investigación: es lo que hizo , propietaria del en la era dorada de la prensa, para reconstruir su biografía en ‘Una historia personal’. Pero eso sale caro.