El vídeo viral de un joven con problemas psiquiátricos que abofeteó a un bebé o la reiterada vinculación de inseguridad y migración son ejemplos de cómo se fomenta el racismo más allá de las redes
Tener amigos racializados mitiga el racismo en los jóvenes, pero los padres influyen más
Esta semana se ha hecho viral un vídeo en el que un joven abofetea a un bebé en el parque de Montjuïc de Barcelona. La familia de la criatura paseaba este domingo por la zona y ciertamente la imagen estremecía. Al verla también se deducía que el agresor tenía algún tipo de problema mental, pero lo que se destacó enseguida en muchos medios y aprovecharon personajes como el fundador de Desokupa, Daniel Esteve, fue que el agresor es un migrante. Al tipo se le detuvo a las pocas horas y fue ingresado en un centro psiquiátrico, aunque eso se ha obviado por muchos de los que se habían hecho eco rápidamente de la espantosa agresión.
¿Su nacionalidad explicaba el inaceptable asalto a esta familia? No. La pregunta correcta sería por qué alguien que ya había actuado así en alguna otra ocasión no estaba recibiendo el tratamiento que su enfermedad requiere. Pero es más fácil quedarse con que era migrante porque da audiencia y votos. Audiencia en los mismos medios que después debaten qué ha pasado para que un porcentaje cada vez más elevado de españoles considere la migración como un problema y la asocie a conceptos negativos.
Bajo la premisa de que hay que hablar de este fenómeno, algo que es evidente puesto que tiene incidencia en ámbitos como el mercado laboral, la educación o la vivienda, se cuelan muchos de los mensajes racistas que acaban distorsionando la realidad. Es algo que no pasa solo en España y basta con escuchar las barbaridades de Trump o leer el acuerdo entre Meloni y Albania para construir centros de deportación.
Por suerte hay excepciones y esta semana también se ha publicado un exhaustivo informe que rememorando el famoso concepto que acuñó Paco Candel lleva por título ‘Els altres catalans i catalanes del segle XXI’. Lo ha elaborado Comisiones Obreras y revela, entre otros datos, que de cada cuatro personas que tienen edad para trabajar en Catalunya, una ha nacido fuera de España.
Otra de las conclusiones interesantes es que, aunque ha cambiado el perfil de los migrantes respecto a los del siglo XX —procedentes del resto de España— los problemas de este grupo son muy parecidos a los que describió Candel a mediados de los años 60. Él lo explicó a través de entrevistas a ciudadanos procedentes de comunidades como Andalucía, Murcia o Extremadura que se instalaron en condiciones a menudo paupérrimas en barrios que ni merecían este nombre tanto en Barcelona como en el extrarradio de la capital.
La diferencia, según este estudio de CCOO, es que la integración laboral de los trabajadores que llegan ahora de otros países se produce en condiciones mucho menos favorables, con la excepción de una minoría representada por aquellos que han nacido dentro de la Unión Europea. La hipocresía generalizada en la que estamos instalados nos lleva a felicitar, con razón, el retrato que la película ‘El 47’ hace de la lucha por la dignidad de los migrantes venidos de otros puntos de España, pero a la vez mostrar indiferencia o incluso rechazo cuando quienes reivindican los mismos derechos son los que han llegado en los últimos años procedentes de otros países.
En hostelería, el 60% de los trabajadores son de origen extranjero. El porcentaje asciende hasta el 71,3% en las empleadas del hogar. Otras profesiones con un alto número de migrantes son las actividades administrativas y servicios auxiliares (42,1%), la construcción (38,6%) y la agricultura, ganadería y pesca (35%). Sí, muchos de los trabajos que los nacidos aquí no queremos ocupar, como bien saben o deberían saber los que consideran que hay demasiados migrantes.
El discurso más goloso para algunos medios y partidos es que vincula migración a inseguridad, como si la nacionalidad fuese la razón que explica que alguien delinca. Si alguien roba o trapichea, y en algunos casos de manera reiterada, no es por su nacionalidad, sino en muchas ocasiones porque es pobre, tal y como recordaba hace unos meses en este diario la magistrada Montserrat Raga.
Hay que dotar de medios a la justicia para que los juicios rápidos lo sean de verdad, pero de poco o nada sirve el castigo si no va acompañado de resocialización y abordaje de la marginalidad que a menudo precede al delito. Las percepciones de inseguridad, no siempre avaladas por los datos reales, empiezan con frecuencia en titulares y tertulias. Por si alguien lo olvida, Desokupa creció gracias a minutos y minutos de propaganda regalada en algunos matinales televisivos aunque ahora hagan ver que la cosa no va con ellas.