Cada vez que en el telediario hablan de los problemas de los jóvenes para alquilar una vivienda, me acuerdo de mi propia juventud. ¿Te pasa a ti también? Es leer la enésima noticia sobre “jóvenes y vivienda”, y recuperar de golpe todo el simpático anecdotario de aquellos años (en mi caso, los noventa y primeros dos mil en Madrid): el viejo , donde marcabas a boli los anuncios de pisos. El lenguaje inmobiliario, con el que en seguida te familiarizabas (si dice “luminoso” es interior, “bien comunicado” es que está casi en Guadalajara). Los pisos cochambrosos que visitabas hasta que te quedabas con uno un poco menos cochambroso. El casero que venía a primero de mes a cobrar en mano y de paso cotillear. Y los compañeros de piso, ah, los inolvidables compañeros de piso, un remake cutre de .