Mientras algunos artistas maniobran para luchar contra la crisis climática, la industria del espectáculo planifica giras que generan un impacto medioambiental cada vez mayor
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El inicio de la gira mundial de Billie Eilish llega acompañado de artículos publicados en medios estrechamente vinculados a la industria musical donde se resalta la conciencia ecológica de la cantante. Se habla de la gira Hit me soft and hard como “un ambicioso plan de sostenibilidad” y hasta de “un nuevo modelo de sostenibilidad para la industria del entretenimiento”. Se informa, entre otros detalles, de que Google Maps ayudará al público a encontrar rutas para llegar en transporte público a los recintos y que Support+Feed, la oenegé de la madre de Eilish, garantizará que haya alimentos vegetales a la venta en cada conciertos.
La gira está planificada junto a Reverb, oenegé aliada de la cantante estadounidense desde 2019 y cuyo objetivo es reducir al máximo su impacto medioambiental. Entre las medidas tomadas para todas las fechas de su tour mundial destaca “un esfuerzo extra para reducir y asentar el uso de autobuses y camiones” en el transporte del material escénico, la venta de camisetas de algodón 100% o de polyester reciclado y de pósters de papel también reciclado. Eilish invita al público a acudir a los recintos con una botella vacía para beber agua gratis y, en su determinación de reducir del impacto medioambiental de su gira, les pide que no compren ropa para ir al concierto. Si quieren estrenar algo, propone que intercambien viejas piezas entre amigos y amigas.
Otro de los objetivos ecosensibles de la actual gira de Billie Eilish es calcular las emisiones de carbono que generarán sus más de ochenta actuaciones. La cantante ya tiene una pista: más del 70% de esas emisiones las genera el público desplazándose a los recintos. En realidad, la industria de los conciertos es conocedora de este hecho desde hace más de dos décadas. En 2003, Radiohead realizó un estudio pionero cuyo resultado ya apuntaba en esa dirección: el 86% de emisiones las generó el público. En la siguiente gira de Radiohead, y tras implementar todo tipo de medidas para reducir al máximo su impacto medioambiental, el porcentaje de emisiones de CO2 del público había ascendido al 97%.
Billie Eilish, rodeada de sus fans en un concierto en Nueva York
Hace décadas, pues, que la industria musical es consciente de que la única fórmula para reducir el impacto medioambiental de las giras es que los artistas actúen en más ciudades y que, de este modo, el público tenga que recorrer menos kilómetros para verlos. Sin embargo, todo apunta a que el diseño de las giras de las grandes estrellas tiende justo a lo contrario: a concentrar varias actuaciones en una misma ciudad. La gira Hit me hard and soft consta de 81 fechas, pero recalará solo en 42 ciudades. Los dos únicos conciertos españoles de Billie Eilish, por ejemplo, se celebrarán en el Palau Sant Jordi de Barcelona.
Las cuentas del promotor
Brian Sellei es director de Menos Que Cero, una empresa especializada en producción de eventos musicales. Tras más de dos décadas de experiencia en el sector, su conclusión es tajante: “Programar varios conciertos en una misma ciudad solo beneficia al artista y al promotor”. Concentrar giras en menos ciudades permite que los músicos viajen menos y lleguen más descansados al concierto. Pero, sobre todo, supone un considerable ahorro para el promotor: reduce gastos y aumenta beneficios. Un ahorro que también irá al bolsillo del artista.
Programar cinco conciertos en una misma ciudad en vez de programarlos en cinco ciudades distintas sale más barato. “El montaje de un macroconcierto puede requerir unas doscientas personas, lo cual supondrá alrededor de cincuenta mil euros de gastos”, estima Sellei. No tener que montar ni desmontar el escenario durante cuatro días, multiplica ese ahorro por cuatro. Sin embargo, no está ahí el gran ahorro. “Dentro de una gira mundial, esa cifra no es determinante. Esto lo recuperas vendiendo 500 tickets en un concierto potente”, calcula.
Programar varios conciertos en una misma ciudad solo beneficia al artista y al promotor
Hay ventajas más significativas como el alquiler de pabellones y estadios. Esos grandes recintos suelen cobrar unos gastos fijos al promotor y, después, se quedan un porcentaje por entrada vendida. Un estadio ocupado durante varias jornadas garantiza al recinto ingresos mayores en concepto de barras, motivo por el cual el promotor que lo alquile varios días puede solicitar una rebaja en ese porcentaje. Traducido en números: un estadio para 60.000 espectadores con un precio medio de entradas de 100 euros genera seis millones de euros. Si el recinto se queda el 10% de la entrada en vez de un 15%, el promotor pagaría 600.000 euros en lugar de 900.000: 300.000 menos. Si cierra cuatro fechas más en ese recinto y ciudad, ahorraría 1.200.000 euros. Aquí ya cambia la cosa.
Otro aspecto no menos relevante es el descuento que se aplica al alquiler de los equipos de sonido, iluminación y demás material necesario para el montaje. “En el segundo concierto se suelen hacer descuentos del 50% y para una tercera fecha pueden ser del 25%”, explica Sellei. Este cálculo es más habitual en las giras de artistas nacionales que alquilen el material allá donde actúan. En las grandes giras internacionales, las estrellas viajan con su propio equipo, un material que habrán alquilado por semanas en su país de origen. Pero, claro, si durante una semana ese material se utiliza en tres conciertos, proporcionalmente saldrá más caro que si se utiliza en cinco conciertos. Y lo mismo ocurre con los músicos, contratados por semana independientemente de las noches que actúen. Por todo ello, cuantos más conciertos se realicen por semana, más baratos salen.
Exprimir la semana
Un macroconcierto genera ingresos millonarios, de modo que cada día sin concierto es un día perdido. Y cuando los artistas y los equipos escénicos circulan constantemente de ciudad en ciudad, los días de descanso y de tránsito resultan imprescindibles. La mejor fórmula para exprimir las semanas de una gira es que el artista y el material se muevan lo mínimo. Y para ello, nada mejor que instalarse varias noches en la misma ciudad. “Hacer un concierto más cada semana marca una gran diferencia en el balance económico de una gira”, apunta Sellei.
Tampoco hay que olvidar que la mayoría de artistas con fama para realizar grandes giras mundiales suelen ser veteranos con varias décadas de trayectoria. Muchos ya no quieren girar tanto y, como es normal, prefieren ingresar en tres noches lo que podrían ganar en diez. Sin embargo, la estrategia de concentrar varios conciertos en un mismo recinto se está normalizando ya en giras de artistas más jóvenes: los cuatro bernabéus de la colombiana Karol G serían el ejemplo más extremo. La gira mundial de Eilish finalizará en julio de 2025 con seis fechas en Londres y cuatro en Manchester. Ni una escala más en Inglaterra.
Karol G, durante su concierto en el Santiago Bernabéu de Madrid
Jone Pérez Landa es ingeniera química especializada en cálculos de huella de carbono y responsable de la delegación española de A Greener Future, una consultora medioambiental para promotoras de eventos musicales y deportivos. Pérez elebra la conciencia ecológica de artistas como Billie Eilish porque “están poniendo el foco en el tema de la sostenibilidad con planes y acciones concretas”, pero también considera que este modelo de giras con muchas fechas en pocas ciudades “complica y bastante” el deseo de los artistas de reducir el impacto medioambiental de sus giras. Y reitera algo que la industria del entretenimiento conoce de sobra: “En términos de emisiones de gases de efecto invernadero, que son la principal causa del cambio climático, el transporte de la audiencia es, con diferencia, el principal responsable de las emisiones que supone una gira”.
En su opinión, no es útil señalar las contradicciones de los escasos artistas con sensibilidad ecológica, sino “a los que no hacen nada o incluso van en la dirección contraria”. Y pone el ejemplo de Adele y su reciente residencia en Munich. La cantante inglesa ofreció diez actuaciones en agosto a las que asistieron unas 730.000 personas. ¿Por qué Adele decidió ofrecer sus únicas actuaciones en una ciudad alemana y no en una de su país? Munich fue la ciudad escogida debido a su ubicación geográfica en el continente, a sus conexiones aéreas y ferroviarias y a una capacidad hotelera muy que engrasada debido al Oktoberfest.
La subasta de ciudades
Las grandes giras de artistas internacionales se han convertido en un generador de turismo para las ciudades hasta el extremo de que algunas ya pujan por ‘robar’ giras a otras ciudades o países. Hace una década era impensable que Barcelona, Milán o Amsterdam quedasen fuera de la ruta de una gran estrella. Ahora puede ocurrir si el artista decide doblar fecha en Madrid, Viena o París. Y el impacto económico que generan estas giras en las ciudades hace que los promotores negocien acuerdos con algunas capitales. En marzo, Taylor Swift actuó en Singapur en medio de estudios que hablaban de un crecimiento del PIB del país de hasta un 2,9% debido a la presencia del Eras tour. Medios locales aseguraron que el gobierno habría ofrecido facilidades por valor de entre dos y tres millones de dólares por concierto. Taylor Swift actuó seis noches en Singapur.
La cantante estadounidense Taylor Swift durante un concierto en el estadio San Siro de Milán (Italia), el 13 de julio de 2024. EFE/EPA/ROSSELLA PAPETTI
Las grandes giras del siglo XXI ya se están planificando como lo que son: proyectos gigantescos cuya rentabilidad pasa por aplicar la economía de escala. Los indicadores sobre la popularidad del artista en una u otra ciudad pesan menos que las estimaciones de rentabilidad de cada tramo, las ventajas que ofrezca cada ciudad, su atractivo turístico o su conectividad con otros países de la zona.
“El beneficio económico está por encima de cualquier otro interés y eso siempre va a ir en detrimento de otros aspectos, especialmente el medioambiental”, añade Pérez. La residencia de Adele se convirtió en la más rentable celebrada jamás fuera de Las Vegas. También batió otro récord más absurdo, como el del tamaño de una pantalla LED en un recinto al aire libre: 4.625 metros cuadrados.
Cuanto menos se mueva el artista, más rentable será el espectáculo. Pero cuanto menos se mueva el artista, más se deberá mover el público. ¿Y cómo se mueve? La geolocalización de los móviles permitió estimar que el 50% de asistentes a los conciertos de Adele en Munich llegó desde el extranjero. Una encuesta a más de 1.400 espectadores determinó que el 24% llegaron en avión, un 36% en coche, otro 35% en tren. Solo un 1,7 utilizó el transporte público. Y, bueno, otro 1,7% acudió en bicicleta. La residencia de Adele en Múnich también es la que más toneladas de CO2 ha generado, puesto que más del 50% de kilómetros que recorrió el público fueron por aire y el 77% del total de emisiones de CO2 que generó la afluencia a los conciertos procedían de esos vuelos.
Traspaso de responsabilidades
“El público y el medio ambiente son los grandes perjudicados de esta forma de planificar las giras”, apunta Sellei, mientras Pérez certifica que algunas de estas planificaciones de giras se están haciendo “a costa del medio ambiente”. (En breve se celebrarán los diez WiZink Center de Dani Martín, una residencia a la española que obligará a todo su público a viajar a Madrid). Para la responsable de A Greener Future, promotores, artistas y público “tienen parte de responsabilidad y capacidad de reducirla, pero en proporciones muy diferentes. La manera en que el promotor diseñe la gira va a ser determinante en cuanto a su impacto. Después el artista tendrá cierto margen de negociar y poner sus líneas rojas o marcar ciertos criterios que pueden hacer la gira más o menos sostenible, pero en mucha menor medida. Por último, el público podrá decidir desplazarse de una manera más sostenible en la medida de lo posible. Pero, si tienes que desplazarte miles de kilómetros, no queda otra que ir en avión o no ir”, concluye.
La manera en que el promotor diseñe la gira va a ser determinante en cuanto a su impacto. Después el artista tendrá cierto margen de negociar y poner sus líneas rojas o marcar ciertos criterios que pueden hacer la gira más o menos sostenible, pero en mucha menor medida
La industria del directo es plenamente consciente de la situación y, en un contexto de crisis climática, no le queda otra que emplearse a fondo en campañas de greenwashing. Fomentar el uso del transporte público, trabajar por la eliminación de plásticos y sensibilizar a los asistentes a conciertos pudiera contribuir a un cambio de hábitos, pero una vez más se está traspasando gran parte de la responsabilidad al público; responsabilidad y sentimiento de culpa. Los fans de Billie Eilish que no residen en las ciudades por las que pase su gira no solo gastarán el doble o el triple de dinero en transporte y alojamiento para verla sino que deberán esforzarse en acudir en transporte público (independientemente de la inversión en flotas, horarios y recorridos que haya hecho cada país en las últimas décadas) y, a ser posible, no comprarse ropa para el concierto.