La caída de Íñigo Errejón: diez años, cuatro partidos y un escándalo de acoso machista

El ya exportavoz de Sumar deja una trayectoria política marcada por los enfrentamientos internos y por los fracasos electorales de sus proyectos personales antes del abrupto final propiciado por las acusaciones de acoso

Sumar exigió a Errejón su dimisión después de que admitiera “comportamientos machistas”

La figura política de Íñigo Errejón resulta más sencilla de trazar si se sigue la línea de puntos de todos los partidos que ha contribuido a crear, primero, y a fracturar o incluso disolver, después. En tan solo una década ha sido fundador o cofundador de Podemos, de Más Madrid, del extinto Más País y de Sumar. Del primero salió tras su guerra fratricida con Pablo Iglesias, un enfrentamiento que abrió en canal a la formación morada. Y lo hizo cuando ya tenía montado Más Madrid, la marca que impulsó para hacer tándem político con Manuela Carmena para las elecciones autonómicas y municipales de 2019.

Pero el interés por la política autonómica le resultó bastante efímero. Así que solo tres meses después de tomar su acta como diputado regional de Más Madrid dio a luz a su tercer proyecto político en septiembre de 2019: Más País. El fracaso de esa aventura política que emprendió prácticamente en solitario para las generales le llevó hasta el gallinero del Congreso como un diputado más del Grupo Mixto. Hasta que Yolanda Díaz lo acogió en el seno de Sumar como una de las caras más reconocibles de su coalición y lo elevó luego hasta la portavocía del cuarto grupo parlamentario del país, un cargo que ha ostentado hasta este jueves, cuando la propia Díaz le pidió por teléfono que dimitiera tras el escándalo de las denuncias por acoso machista

Junto a Juan Carlos Monedero, Pablo Iglesias o Miguel Urbán, el politólogo y profesor universitario pasó en 2014 del activismo de ‘Juventud sin Futuro’ a impulsar Podemos, un proyecto político nacido al calor del 15M y que puso patas arriba la política española hasta conseguir cinco millones de votos y 71 diputados. A Errejón, número dos del partido, se le atribuye la teoría y el discurso de ese despegue fulgurante de Podemos bajo el carismático liderazgo de Iglesias. Hasta que todo descarriló. 

“Pablo e Íñigo sí coincidieron en la estrategia de 2014 y 2015. Aquel Pablo del ‘sonrían que sí se puede’ era un político muy transversal, pero él se da cuenta de que España cambia y ya no hay lugar para esa estrategia a la que sigue enganchada el errejonismo”, explicaba Sergio Pascual, el que fuera mano derecha de Errejón y secretario de organización de Podemos en una entrevista concedida a este periódico en diciembre de 2022. Para Pascual, es justo ese el momento de la quiebra. 

“Ahí empiezan los Vietnam. Nosotros no queríamos eliminar a Iglesias, queríamos torcerle el brazo con la ilusa pretensión de acumular un poder orgánico que nos sirviera para convencerle de volver a ser el portavoz del errejonismo. Era algo estúpido: convertirlo en nuestro mejor portavoz. Por eso cogimos un Pablo de cartón, para defender que él tenía que ser el secretario general pero de nuestra propuesta política”, explica. 

Aquella ruptura se plasma en ‘Vistalegre 2’, la asamblea ciudadana de Podemos a la que llegan como enemigos declarados Íñigo Errejón y Pablo Iglesias. Errejón la pierde por goleada e Iglesias le encomienda ser candidato en Madrid, un encargo que aprovecha para montar un nuevo proyecto político al margen de su partido y a espaldas de todo el mundo. Bajo las siglas de Más Madrid se presenta como compañero de cartel de Manuel Carmena, ella candidata a la Alcaldía y él a la presidencia de la Comunidad de Madrid. 

Incluso en esas circunstancias, con otro proyecto político ya en marcha al margen de Pablo Iglesias, tuvo que ser la dirección de Podemos quien le exigiera la salida del partido, algo que acabó aceptando y solemnizando en una recordada rueda de prensa en el Congreso. “Pago muy tranquilo el precio de haber adoptado la decisión correcta”, dijo el día que renunció por primera vez a su acta de diputado. 

Aquella primera aventura al margen de Podemos fue el primer fracaso, aunque no el más sonado. Su tándem con Carmena acabó con la izquierda en la oposición en la Comunidad de Madrid, como de costumbre, pero también acarreó la pérdida del Ayuntamiento para la entonces alcaldesa en beneficio de José Luis Martínez Almeida. Eso fue en mayo de 2019. En junio, Errejón recogió su acta de diputado en la Asamblea y aseguró que cumpliría con el “encargo de los madrileños” de ejercer la oposición. Tardó tres meses en cambiar de idea. 

En septiembre de 2019, el bloqueo de la política española por la falta de acuerdo entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias que provocó la repetición de las elecciones generales fue recibido por el ya exportavoz de Sumar como su enésima rampa de lanzamiento al estrellato. Animado por algunos y con el escepticismo de la mayor parte de compañeros de filas que le había sido fiel desde su salida de Podemos, Errejón presentó Más País. “Nos presentamos en un ejercicio de responsabilidad después del fracaso de los líderes que no han sabido pactar y pondremos nuestros escaños al servicio de un Gobierno progresista”, proclamó. 

Pero ese proyecto constituyó su segundo fracaso. Las expectativas iniciales que dibujaban la posibilidad de un grupo parlamentario propio se fueron desinflando de forma acelerada y Errejón apenas logró sacar tres escaños. Uno propio, otro para Equo y el de Compromís por Valencia. Obtuvo casi 560.000 votos, una cantidad similar a la que perdió Unidas Podemos entre las elecciones del 28 de abril y la repetición de 10 de noviembre, pero que se tradujeron en cuatro escaños menos para el conjunto de ese espacio político a causa de la división electoral. 

“El 3 de diciembre recojo el acta. Volver solo al Congreso es una sensación dura. Estamos en el gallinero más gallinero. Luego se recompondrá nuestra posición pero volver así exige fortaleza moral”, escribía en su libro Con todo (Planeta, 2021), que publicó durante la legislatura pasada, cuando comenzaba el periodo de transición entre la salida de Pablo Iglesias y la llegada de Yolanda Díaz al liderazgo de Unidas Podemos.

En ese texto, en el que repasa su trayectoria desde los inicios hasta su experimento con Más País, reconoce que el salto para volver a la política nacional con un proyecto propio había salido mal. Y no solo eso. También se había llevado por delante parte de su círculo más íntimo. 

“[…] Mi figura sale tocada. Hay cosas que se resquebrajan. He sometido a alguna gente a cinco años inhumanos y hay algunos compas a los que pierdo en el sentido de que no quieren estar en más guerras. «A mí ya no me tienes.» «Yo ya no más, Íñigo.» Lo entiendo después: nadie está para siempre ni aguanta siempre el ritmo. Hemos perdido fuera, no en una pelea del partido. En la calle con la gente”.

Aquella legislatura que comienza con la pandemia es un vagar por el desierto del Congreso para Errejón. Monta con algunos partidos el grupo plural y trata de sacar partido a los pocos minutos que tiene en la tribuna con discursos virales. Su trabajo para construir una fuerza nacional tampoco funciona. Monta federaciones territoriales en Catalunya, en Murcia o en Andalucía, en gran medida con cuadros salidos de Podemos, al mismo tiempo que decide salir de los órganos de dirección de Más Madrid. Se empieza a separar del partido que había fundado hacía meses para dar impulso a una formación estatal que nunca termina de carburar del todo. Y en mitad de ese proceso aparece Yolanda Díaz y la idea de una fuerza estatal que pueda llegar a donde no llega Unidas Podemos, que recupere a los desencantados y que en definitiva eclipsa a la formación de Errejón.

La vuelta a la primera línea política no se entiende sin los movimientos que empieza a hacer Díaz en aquellos momentos para atraer al líder de Más País. Los primeros acercamientos en privado entre la ministra de Trabajo y Errejón empezaron a raíz de las negociaciones por la reforma laboral y cristalizaron más tarde con una iniciativa del Ministerio de Trabajo sobre salud mental que presentaron en público ambos. En una fotografía inédita, en abril de 2022, ambos compartieron un acto apenas unos meses después de la apertura del proceso de escucha en Matadero que sirvió como pista de lanzamiento de Sumar. 

Esa foto se repetiría un año después, en marzo de 2023. El proyecto de Yolanda Díaz ya había tomado algo de forma y mientras las relaciones con Podemos se agriaban con velocidad, la vicepresidenta segunda seguía haciendo gestos a otros partidos. El encuentro público con Errejón se producía a las puertas del acto de Magariños en el que la líder de Sumar anunció su candidatura a la presidencia.

En aquel acto, el 2 de abril de 2023, no estaba Podemos, pero sí el resto de líderes de la izquierda alternativa a los que Díaz había convocado: Alberto Garzón, Mónica García, Rita Maestre, Ada Colau. Y también Errejón. “Gracias, Íñigo, por la inteligencia para aportar a un nuevo proyecto de país”, le dijo desde el escenario en los saludos que fue dirigiendo a cada uno de los líderes que habían acudido a la cita. 

La relación se terminó de cerrar con la firma de Más País para entrar en el acuerdo de coalición para el 23J. Errejón fue cuarto en la lista por Madrid, un puesto por encima de la secretaria general de Podemos, Ione Belarra. 

“Empezamos a hablar y de la gestión del Gobierno pasamos a hablar de Sumar, a que un día Yolanda me contara. Y empezamos a ver que aquello sonaba bien. Primero lo vemos con una cierta distancia de decir ‘vamos a ver cómo acaba esto’, sobre todo por la tensión que empieza a haber con Unidas Podemos, pero ya nuestra gente se acercaba con naturalidad a los actos, fuimos afinando cosas hasta que montamos la coalición entre todos”, explicaba Errejón en declaraciones para un reportaje con este diario.

Pocas semanas antes de que comenzara la campaña electoral, una mujer anónima denunció en Twitter que el entonces diputado le había tocado el culo en una fiesta feminista, en Castellón. Luego borró los mensajes. El festival, Tremenda Fem Fest, se hizo eco de la denuncia y criticó los hechos en aquel momento. “Desde la organización del Tremenda hemos actuado lo antes posible y como colectivo no hemos tomado ninguna acción más hasta el momento de publicar estas líneas. Errejón Mano Culo Mal, este verano zapatillas en las manos”, escribieron en un post en redes sociales. Aquel episodio, sin embargo, no tuvo mayor repercusión. 

Un mes después, Errejón se involucró de lleno en la campaña electoral con gran protagonismo en actos y entrevistas, aunque su peso fue disminuyendo en la recta final y ni siquiera intervino en el mitin de cierre en el Parque Tierno Galván de Madrid. Durante los primeros meses de vida del grupo parlamentario, el entonces líder de Más País tuvo un papel secundario. Hasta que Marta Lois tuvo que ir a Galicia para encabezar las listas de Sumar en las autonómicas y dejó el hueco libre para que Errejón se convirtiera en portavoz en el Congreso.

Su peso tanto en el grupo parlamentario como en el partido de Yolanda Díaz fue creciendo con los meses. Se encargó de la ponencia política para la asamblea de Villaverde, entró en la ejecutiva y fue dando pasos para integrar a las federaciones de Más País en la Sumar. En los últimos meses se había convertido, junto con la propia ministra de Trabajo y Ernest Urtasun, en una de las principales referencias políticas del partido. 

Su vuelta a la primera línea de la política ha sido efímera y su final abrupto. Una denuncia anónima sobre comportamientos machistas que empezó a moverse en los círculos internos de Sumar y que provocó una investigación. Errejón no tardó en admitir los hechos. Porque a esas alturas la presión de sus compañeras y de algunos partidos de la coalición ya era tan fuerte que la salida solo podía ser la dimisión.

Un comunicado lleno de eufemismos puso fin a una etapa política de diez años. Una carrera tan fulgurante por momentos como llena de maniobras políticas y desencuentros que le generaron no pocos enemigos. Y que en paralelo acompañó, de acuerdo con las denuncias que salen a la luz estos días, con comportamientos que él y las formaciones políticas que lideró habían prometido desterrar. Un daño al proyecto político que representó, quién sabe si irreversible y que quedará para siempre pegado a su nombre. 

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