«Es evidente que no se ha hecho lo suficiente y yo creo que eso es lo primero que hay que reconocer sin paliativos», dice la ex eurodiputada y ex dirigente de Sumar
Más Madrid expulsa a Loreto Arenillas, señalada por encubrir a Errejón, y ella denuncia ser un “chivo expiatorio”
María Eugenia Rodríguez Palop (Llerena, 1970) es profesora en la Facultad de Derecho de la Universidad Carlos III. Fue cabeza de lista de Unidas Podemos al Parlamento Europeo en 2019 y en el verano de 2023 coordinó la elaboración del programa electoral de la coalición Sumar para las elecciones generales. Después del fin de la legislatura europea, Rodríguez Palop dejó los cargos orgánicos en Sumar, en los que coincidió con Iñigo Errjeón, y se reincorporó a la Universidad.
“La política es insana, el modo en el que se ejerce la política es insano”, dice Rodríguez Palop: “Esto no es culpa únicamente de los políticos y desde luego no justifica ni comportamientos machistas ni actitudes reprobables o presuntamente delictivas. Comprendiendo bien que puedan darse contextos en los que sea más fácil desarrollar una subjetividad tóxica, esa subjetividad ni la desarrolla todo el mundo ni se traduce de la misma manera en todos los casos. Habría sido deseable, dado que uno dimite de todos sus cargos, que es lo que tiene que hacer, que en su despedida hubiera habido de verdad una asunción de responsabilidad sincera, que no parece que la haya habido”.
¿Qué le parece la dimisión de Íñigo Errejón?
Es la salida más razonable que se le puede dar a este asunto. Que Movimiento Sumar y Más Madrid le hayan presionado para dimitir y que la ejecutiva de Movimiento Sumar haya aceptado su dimisión por unanimidad, era la única alternativa.
¿Qué le parece el comunicado de Errejón?
El comunicado es autoinculpatorio, pero me parece muy insuficiente, porque no se aclara nada sobre lo sucedido y se externalizan responsabilidades: el neoliberalismo, el ritmo de la política y el patriarcado generan subjetividades tóxicas, ciertamente, pero es que él no es el único que está sometido a semejantes estructuras y dinámicas. Hay otros varones que se dedican a la política que están también ahí, y no derivan como parece que se ha derivado aquí.
Y, desde luego, a las mujeres en ningún momento se les ha identificado con comportamientos de estas características, estando sometidas a eso mismo incluso en mayor medida, porque viven presiones muy superiores solo por el hecho de ser mujeres, como está más que contrastado. Y, además, muchas de ellas sufren también el acoso laboral y sexual de compañeros y jefes, como también está contrastado.
Por eso creo que la carta se debería haber escrito en otros términos y falta una asunción de responsabilidad sincera.
Errejón no menciona todo lo que está saliendo.
No lo menciona, no. Él nos habla de su situación personal y del modo en el que ha vivido la política. Y, sí, todos somos hijos del patriarcado, hijas del patriarcado… pero por esa regla de tres estarían explicados y justificados prácticamente todos los delitos que se cometen contra las mujeres.
Usted ha tenido un paso temporal por la política de cinco años dentro su trayectoria universitaria. ¿Ha vivido esa presión que él menciona? Y, por otro lado, ¿ha percibido actitudes impropias dentro de la política?
La he vivido, por supuesto, pero yo creo que en menor medida que otras mujeres que están activas en formaciones políticas, en cargos orgánicos, en parlamentos o cargos ejecutivos, donde la presión es infinitamente mayor que en el Parlamento Europeo.
De hecho, en el Parlamento Europeo existe un protocolo, aunque insuficiente, para intentar prevenir y atajar el acoso sexual a mujeres tanto diputadas como no diputadas. Yo fui ponente en la resolución por la cual se exigió afinar ese protocolo y ahí pudimos comprobar que la mayor parte de los parlamentos estatales carecen de protocolo alguno.
Estuve en un espacio en el que ahora se presta cierta atención, al menos desde el punto de vista formal, a este tipo de cuestiones.
En cuanto a la segunda pregunta, es evidente que en la política se dan a menudo situaciones de violencia y acoso sexual, eso está más que estudiado y corroborado.
Pero la política no es el único espacio en el que se dan, ya lo sabemos. Ahí está el ámbito empresarial, el de la cultura o el de los medios de comunicación. En fin, allí donde se ejerce el poder y donde el poder lo detentan unos pocos, generalmente varones, de momento, no pueden descartarse los casos de violencia y acoso sexual.
Es un modus operandi transversal a la derecha y a la izquierda. Lo que ocurre es que en la izquierda es más doloroso porque se supone que el compromiso con el feminismo es mayor o más consciente, y lo que se espera es que se contenga, prevenga o persiga de manera más eficaz.
¿Cómo queda el Gobierno después de esto? ¿Golpea la bandera del feminismo? ¿Y cómo quedan Sumar y su espacio político?
Empezando por lo segundo, creo que es un mazazo para el espacio político de Sumar, porque Íñigo Errejón es un político importante, un portavoz brillante, un gran intelectual y ha sido una pieza clave para su composición.
Es un mazazo teniendo en cuenta el protagonismo que iba a tener Íñigo en la articulación del partido de Yolanda Díaz, Movimiento Sumar, y en la relación interna que iba a tener esa formación política con el resto de partidos que forman parte de la coalición. Se pierde también a un portavoz y un diputado difícilmente sustituible, no se puede negar.
En definitiva, es un golpe para la formación política a la que pertenece y para una coalición que tiene el feminismo por bandera. Y que lo tiene con toda justicia, claro, porque ha hecho mucho en favor del feminismo. Su política ha sido muy transformadora para nuestro país y a escala europea. Sin la contribución a las políticas feministas de Unidas Podemos en su momento y Sumar después, muy pocas cosas habrían cambiado en España y en Europa.
Por lo tanto, lamentablemente, lo que ha sucedido puede minar la legitimidad y la credibilidad del discurso feminista de Sumar y de todo el gobierno, aunque no creo que llegue a poner en duda el firme compromiso que se tiene con las políticas feministas.
Hay pocos países en Europa con un Ministerio de Igualdad. Uno de ellos es España. Y hay solamente dos países con una ley de violencia de género. Uno de ellos es España. Hay pocos países que hayan implementado el Convenio de Estambul con una ley del sí es sí, como se ha hecho en España. De hecho, ya hemos visto las resistencias en Francia y en Alemania frente a la incorporación del tipo penal de la violación en la directiva europea, a pesar de haber ratificado el Convenio de Estambul.
Es decir, las resistencias al avance del feminismo son potentes y en España, sin embargo, tanto bajo este Gobierno como bajo el anterior, se ha favorecido singularmente la protección de los derechos de las mujeres.
Los comportamientos reprobables, incluso, insisto, presuntamente delictivos, de una persona en este ámbito, no pueden hacerse extensibles a nada ni a nadie más, salvo prueba en contrario.
El problema es que tenemos una oposición que se agarra a un clavo ardiendo porque no tiene más clavos a los que agarrarse. Por eso hay que ser cautelosos, cuidadosos, reaccionar adecuadamente y de manera contundente. Porque la cuestión lo merece y porque la oposición va a utilizarlo de manera furibunda y exacerbada.
Volviendo al comunicado de Errejón. Cuando él habla de la diferencia entre la persona y el personaje, usted que ha pasado por la política. ¿Es tan real eso?
Sí, lo es. Creo que hay una presión cada vez mayor por parte de medios y de las redes, alimentada también por las formaciones políticas, para que los políticos se conviertan en personajes. Tampoco ayuda que los partidos políticos funcionen como empresas o marcas competitivas en una permanente carrera por superar unas eternas-eventuales elecciones anticipadas, porque en ese contexto los liderazgos no se distinguen de los productos de mercado, al punto de que se puede dar la paradoja de que un político acabe siendo protagonista de su propia política del espectáculo. O sea, que está claro que se da esa tensión entre la persona y el personaje, y es lógico que para ciertas personalidades resulte difícil de controlar y resolver. A mí no me sorprende que haya problemas de salud mental en espacios definidos y marcados de esta manera.
El jueves en Hora 25, en la SER, comentaba que cuando saltaron en redes acusaciones sobre supuestos acosos de Errejón no se tuvieron muy en cuenta.
Yo aún no estaba en la ejecutiva de Sumar, me incorporé casi un año después, pero era eurodiputada y estaba en ese espacio político. Tuve conocimiento de ese tuit [denunciando un supuesto abuso en un festival en Castellón] como creo que lo tuvo todo el mundo. No sé si alguien conoció el caso en profundidad o de primera mano. Ahora han salido algunos datos sobre eso.
Pero lo cierto es que en ese momento no se hizo nada. Y creo que se podría haber hecho una labor de investigación para comprobar la veracidad de esa denuncia, exactamente igual que ahora porque, en ese momento, además, la denuncia lo señalaba nominalmente. Hoy queda claro que no se hizo lo suficiente y eso es lo primero que hay que reconocer sin paliativos ni ambigüedades. Entiendo que en política pasan muchas cosas a la vez, que se toman muchas decisiones aceleradas, que a veces se pierde la sensibilidad frente a ciertas situaciones, pero eso no es justificación. Ahora el problema se ha intensificado y la sensación es que se ha dejado solas a las víctimas.
Hay que reconocer que no se ha dado credibilidad ni protección a algunas mujeres que han denunciado. Que se denuncie en tiempo y forma en los juzgados, como ha dicho la ministra de Igualdad, evidentemente, es lo deseable, pero en estos contextos ese tipo de denuncias pueden ser arriesgadas. Y hoy [por el viernes] que sí ha habido una denuncia de ese tipo, la denunciante lo ha explicado a la perfección.
En fin, es importante distinguir un tuit de una denuncia y una delación anónima de una denuncia identificada. No se puede actuar igual en un caso que en otro y hay que respetar la presunción de inocencia en ambos casos. Pero, de la misma manera que ahora se han activado las alarmas y ha habido una reacción, en ese momento podía haberse reaccionado también.
No tiene que ser fácil denunciar algo así.
No tiene que ser fácil, no es fácil. Y todos sabemos que cuando se denuncia a alguien con poder puede haber consecuencias. No solamente se sufre la falta de credibilidad y el aislamiento, sino que también se orquestan venganzas más o menos soslayadas.
Y luego está el elemento de que se presupone que los hombres de izquierdas deberían ser feministas, deberían tener actitudes feministas, deberían ser aliados. Y cuando surgen estos casos se produce un shock.
Es un shock y debe ser un shock. No tanto porque las personas de izquierdas deban ser feministas, sino porque las personas de izquierdas suelen decirse feministas y, por tanto, deben serlo. Si se hace del feminismo una bandera se ha de suponer una cierta coherencia entre lo que se dice y lo que se hace.
Yo lo he dicho en muchas ocasiones, no creo que los políticos tengan que ser referentes morales necesariamente, y además no se les pueden exigir heroicidades ni niveles de coherencia a los que prácticamente nadie es capaz de llegar, pero, en política, en la medida en que se ostenta un cargo de representación pública, hay que exigir más coherencia entre los dichos y los hechos. Si esa falta de coherencia se traduce en hechos altamente reprobables, incluso punibles, hay que asumir responsabilidades, abandonar los cargos, explicar lo sucedido y pedir perdón. Reconocer y reparar a las víctimas en el terreno político y social, más allá de lo que pueda suceder después jurídicamente.