Salir del atolladero les va a costar mucho, mucho trabajo, y se van a dejar, perdón por tanta frase hecha, muchos pelos en la gatera. De ésta nadie sale indemne, y ahí tienen a Podemos, al PP y a Vox para dificultarles la salida
Cierto que Pedro Sánchez, el gobierno del PSOE, lo tiene mal. Por no ser alarmistas y decir que las cosas, en realidad, pintan como para llamar al 112 y gritar ¡socorro! No me obliguen a enumerar las desgracias que se ciernen sobre La Moncloa. Por lo pronto, esa batalla a muerte contra la Santísima Trinidad, como ya explicábamos aquí mismo la semana pasada. Resumamos: el partido judicial, el partido de Génova y el partido de los cien mil hijos de San Luis repartidos en periódicos y periodiquillos, el 90% concentrado en este Madrid de nuestros pecados. ¿Sólo eso les tiene en un sinvivir? Quiá. A ver en qué grado de tortura incluyen ustedes tener que tratar con Sumar y Podemos en un córner, en otro Esquerra y Junts, en el tercero pongamos al PNV y reservamos el cuarto a Bildu, que sí, todos juntos, pero nunca revueltos.
Hasta el borde de la copa hemos apurado las mil y una desgracias que cercan a Sánchez. Superfluo repetirlas. Pero ah, amigo, les invito a ustedes a acompañar al Ojo a dar unos didácticos paseos, digamos de la escuela peripatética, siempre más agradable que el aula triste y oscura, por los floridos caminos por los que transitan otros protagonistas de esta nuestra historia política cotidiana. Guárdense algunas lágrimas en el capacho, que ya se sabe que acabarán perdiéndose en el tiempo, porque en los próximos párrafos van a ver cosas que no creerían. Ya verán cuando acabemos el cuento, que hemos entrado en un bucle en el que al final todas las desgracias del universo, aquellas plagas bíblicas fueron poca cosa, vienen a descansar en las espaldas de Pedro Sánchez. Ya contaría el presidente con algunas de ellas cuando decidió meterse en esos bosques, pero otras, léase Ábalos o léase Errejón, amén del llamado caso Begoña, eran imposibles de detectar, y ni siquiera la bruja Lola podía adivinar la tormenta que traían esas nubes, tan inocentes en sus primeras apariciones.
Obligado el comienzo esta semana con el asunto Errejón, que nos lleva de cabeza al asunto Sumar. Nada que añadir al caso personal, que ya se ha escrito en este mismo diario mucho y bien sobre el tema. Podemos añadir, por decir algo, una vez leída la carta de despedida, que hay algo en la cabeza del ya ex diputado que no funciona con la coherencia debida a señor tan importante y tan leído. Papelillo, perdonen ustedes, para tirar, directamente, al cesto de los papeles sucios. Otra decepción que añadir a la larga lista de desgracias que vamos anotando las gentes progresistas en este país, tantas figuras que se desvanecen ante nuestros ojos tras haber despertado, ahora lo sabemos, vanas esperanzas. Adiós, Errejón, adiós, un día nos ilusionaste y hoy ya estás arrumbado en el desván de los trastos inservibles. Y además, molido a zurriagazos ante las acusaciones aireadas a los cuatro vientos, qué feo y triste espectáculo.
Sumar estaba, hasta el viernes, antes del mazazo, al borde del precipicio. Desde entonces todo ha ido a peor, que siempre es posible, vean el mundo que tienen alrededor, que las cosas se hagan aún más desagradables, más dolorosas de como ahora son. La coalición podría haber salvado la situación si los mortales de a pie no nos hubiéramos enterado tras el desastre de que algunos de sus dirigentes -seguramente también los más importantes, incluida Yolanda Díaz- ya conocían esas denuncias. Salir del atolladero les va a costar mucho, mucho trabajo, y se van a dejar, perdón por tanta frase hecha, muchos pelos en la gatera. De esta nadie sale indemne, y ahí tienen a Podemos, al PP y a Vox para dificultarles la salida. Por supuesto que no equiparamos a las tres formaciones, pero es obvio que un debilitamiento de Sumar va a beneficiar a unos y otros. A los primeros porque intentarán arrancar a algunos descontentos para sus filas, nada que objetar, y a los segundos porque les han dado más munición, a ellos, precisamente a ellos que nada necesitan para ejercer su oposición antropófaga, al tiempo que han llenado de carnaza los vomitivos medios de comunicación que les siguen. Como si no tuvieran suficiente con Ábalos, el fiscal García Ortiz, Begoña Gómez, los independentistas catalanes y los etarras.
Tiene ahora Sumar que salir de la parálisis producida por el shock y armar, a velocidad del rayo, una dirección potente que les haga recuperar parte del terreno perdido, que ha sido mucho y más que habrá si no actúan como Lamine Yamal. Se equivocarán si piensan que la solución está, otra vez, en asaltar los cielos, que ya se sabe a qué conduce la bella frase. Díaz sigue siendo vicepresidenta y tiene ante sí mucho trabajo práctico que vender a sus votantes. Hágalo, ponga en valor su presencia, importante, en un Gobierno, que es, al fin y a la postre, el que reparte el bacalao. Agrupe fuerzas, aproveche para quitarse lastre y organice, finalmente, esa agrupación de la izquierda en la que todos sus seguidores creyeron hace más o menos un año. ¿Será ahora el momento para que las fuerzas fratricidas entierren las hachas de la discordia? Porque si no consigue levantar el vuelo hoy mismo, mañana ya es tarde, demostrará que no es usted la líder que ese sector de la sociedad necesita. Y entre todos la mandarán a la calle o a ese desván del que antes hablábamos y en el que ya hay exceso de aforo.
En el otro flanco, aprobar los Presupuestos a como dé lugar, nos encontramos con un Puigdemont entronizado como el gran dirigente, y a todos nos cuesta prever cuáles serán sus intenciones de cara a las relaciones con Madrid. ¿Qué significa en su ideario la palabra “centralidad”? Añadan una Esquerra que vaya usted a saber qué harán tras el Congreso de noviembre y con qué sector habrá que discutir a cara de perro, personalizado en un determinado nombre, del que ahora ignoramos cara y proyecto. Podía estar más complicado este rinconcito, pero no es fácil. Sumar, Junts y Esquerra en el alero, como ya hemos visto. Y ahora Podemos ha decidido, además, que es el momento de vender caros, muy caros, estilo Luis Vuitton, sus votos, y exigimos y exigimos, te vas a enterar ahora de lo que vale un peine, presidente Pedro Sánchez. Solo por el norte, allá en el País Vasco, parece que la borrasca anda apaciguada. Veremos por cuánto tiempo.
Tampoco la confusión y el desbarajuste en la derecha, con esa Isabel Díaz Ayuso en plan provocador con su jefe de filas, el inane Núñez Feijóo, favorece cualquier acercamiento al PP, constantemente presionado -si es que lo necesitara, que no está nada claro- por el sector más trumpista de su partido, desde Aznar a la presidenta de la Comunidad de Madrid, histérica por las revelaciones de los desmanes de su pareja, un tipo para el que Hacienda es solo un membrete del que cachondearse. Y Vox, que empuja, por supuesto, aventados todos ellos por esa ola, aún no es un tsunami, pero poco le falta, de la ultraderecha mundial, de Estados Unidos a Francia o Italia, y veremos qué pasa en Washington la semana próxima.
¿Quién manda en el PP? ¿Ustedes lo saben? Gritan y gritan, desmelenados, Tellado incluso ruge, pero nadie sabe qué están haciendo para reunir los votos necesarios que les permita gobernar. Porque ni las encuestas más cariñosas de sus amigos más cariñosos en los medios más cariñosos, les ofrece una posibilidad visible de gobernar sin los votos de Vox. Claro que Puigdemont, o Podemos, ponen un alto precio a sus votos, ¿pero se imaginan ustedes las exigencias de Abascal para llevar a Feijóo a La Moncloa? En esa trampa para cazar osos sigue moviéndose el PP, con un líder que ha sido incapaz desde que está en Madrid de fijar un rumbo democrático diáfano y que ilusione a sus votantes, sometidos a una ducha escocesa que no tonifica y que únicamente confunde. Por ahora solo se adivina una única estrategia en Génova: echar a patadas a Sánchez, y no con las urnas. Eso se llama, aquí y en Sebastopol, propiciar un golpe de Estado.
Este es, así, a grandes y bastos rasgos, el panorama que tenemos. Fácil recapitulación: un horror, que no hay claro que nos abra el turbio cielo. Mal dentro de la coalición, mal fuera. Decíamos a Sumar que se diera prisa, mucha prisa para remontar el vuelo. Aplíquense el cuento en La Moncloa, espaldas achicharradas, sí, pero échense sal. Escuece, pero cura. A la arena y a pelear. Como hasta ahora, por cierto. Y todos les rogamos, a unos y otros, que no cometan más errores no forzados. Estamos a punto del agotamiento de tantos y tan duros pecados propios.
Adenda: Quizá sea posible, solo posible, que un día no muy lejano podamos hablar de los temas que de verdad afectan a los ciudadanos. La vivienda, por supuesto. Hay que acabar con ese agobio de tantas familias, y aspirantes a crearlas, que pierden años de sus vidas, demasiados, tratando de establecer una relación sensata de convivencia. Pero quieren los medios que sigamos aferrados a los Koldos o a los Errejones. Ahora es el momento de Aldama y esas ridículas exclusivas de las fotos, tontuna que se cae por su propio peso. El Ojo, tan vetusto, no recuerda momento peor de los llamados compañeros de profesión. Y la que nos espera. Puaff.
¿No habrá en el mundo una fuerza política que acabe con la barbarie de Netanyahu? Borrell lo intenta y lo clama a los cuatro vientos. Pero no es suficiente. Y quizá gane Trump. De mal en peor. Ya lo decíamos en la primera línea.