Las imágenes de los intensos despliegues policiales en Castillejos no son nuevas. Las autoridades marroquíes han asegurado que, solo durante el mes de agosto, han interceptado a 14.648 migrantes que intentaban cruzar, tanto a nado como saltando las vallas, hacia las ciudades norteafricanas españolas de Ceuta y Melilla
Cierre intermitente de la frontera de Ceuta al intentar saltar la valla unos 200 migrantes
El llanto de una madre irrumpe entre las sirenas y el rugir del motor los furgones policiales en la ciudad marroquí de Fnideq, también conocida como Castillejos. La mujer, que prefiere ocultar su nombre, sujeta su móvil y lo levanta en alto. Una foto de una joven. Es su hija. Hajar tiene 16 años y es una de las decenas de jóvenes que han participado en el intento de entrada hacia Ceuta en la madrugada del 15 de septiembre. “El sueño de mi hija es ir a Europa, pero nunca imaginé que lo intentaría así”, cuenta su madre. Ambas viven en Tetuán, desde donde se trasladó su hija y, poco después, salió su madre en su búsqueda: “Volví a casa a las 4 de la tarde y ya no estaba” relata.
Alrededor de la angustia de la madre de Hajar continúa el frenesí migratorio. De camino al puesto fronterizo, el taxista vislumbra una realidad, que, en este rincón del continente, no existe: “Sueño con un mundo sin fronteras con jóvenes cualificados y educados. Ojalá esto no pasara”, se sincera. Frente al paso fronterizo, que separa Marruecos de España, una hilera de militares, policía y fuerzas de seguridad aguantan escudos antidisturbios. Cada cinco minuto, un pelotón de furgonetas blancas, así como otros vehículos policiales acceden a un espacio acordonado. Dentro, los jóvenes detenidos en diferentes puntos de la ciudad y alrededores son trasladados a un autobús, con el que son reubicados a otros puntos del país. Algunas fuentes locales cuentan que los jóvenes son trasladados a Tánger o Casablanca, mientras que otros apuntan a ciudades más próximas al Sáhara.