La revisión del PIB permite cerrar una primera etapa de incertidumbre sobre cuál fue la evolución de la economía en nuestro país. Los resultados indican un mejor comportamiento desde múltiples perspectivas, pero también diversas incógnitas sobre los patrones de consumo, la inversión y los beneficios empresariales
El INE vuelve a corregir al alza el PIB y suma otros 77.000 millones entre 2021 y 2023 en una revisión histórica
Esta semana se produjo otro hito en la revisión de las series del PIB en nuestro país a raíz de la nueva publicación de las cuentas nacionales. Se trata de una doble revisión: una extraordinaria, que se produce en toda la Unión Europea cada cuatro años, y, además, una ordinaria referida a los últimos tres años (2021, 2022 y 2023). Las revisiones extraordinarias constituyen una suerte de reinicio de las cuentas económicas, por la que los técnicos hacen un análisis exhaustivo de los procedimientos, fuentes y técnicas que subyacen a sus cálculos. Ello conduce a que las series del PIB se pueden ver alteradas para un periodo relativamente largo.
En términos agregados la revisión es relevante, aunque a priori podría parecer que tampoco es de una magnitud inusual. Para el periodo de 1995-2019 el crecimiento acumulado sigue siendo más o menos el mismo, pero a partir de 2020 se incrementan las tasas de crecimiento, entre dos y cuatro décimas en cada año. Para entender su alcance, esta revisión debe por tanto ponerse en relación con la producida el año pasado, que también aumentó el crecimiento de 2021 y 2022. De esta forma, la recuperación económica tras la pandemia se adelanta hasta el inicio de 2022, es decir, casi 18 meses antes de lo que inicialmente indicaba el INE.
Las revisiones tienen el propósito fundamental de mejorar nuestro conocimiento de la economía, pero de paso sirven también para comprobar la precisión de los profesionales estadísticos –el INE en este caso– cuando presentan sus primeras estimaciones. El siguiente gráfico recoge el cambio en la tasa de crecimiento uno, dos y tres años más tarde de que se registrara el crecimiento original en cada año. El resultado no deja de ser llamativo para algunos casos, por ejemplo, el año 2021. Entre la tasa de crecimiento (5,1%) estimada inicialmente y la que conocemos hoy (6,7%) se produce una diferencia de 1,6 puntos. No es una magnitud pequeña, al contrario, es la mayor desviación que conocemos desde que existen registros homogéneos en la página web del INE. Ya habrá tiempo en futuras ocasiones de hacer un ejercicio más fino, pero por el momento este análisis invalida una afirmación un tanto extraña del último comunicado de prensa de la dirección de cuentas nacionales, que sin rubor afirman:
Estas revisiones extraordinarias reglamentadas no deben interpretarse como una corrección o error en las estimaciones, sino como la necesidad de incorporar al marco contable las nuevas fuentes y técnicas estadísticas.
Yo sugeriría una perspectiva algo distinta. Es normal corregir las cuentas nacionales, pero la calidad de las mismas debe valorarse en función de la precisión original y de lo detallada que sea la metodología. Pensar lo contrario es creer en que el INE goza de la infalibilidad del Papa.
La revisión extraordinaria arroja otro cambio relevante. Los niveles del PIB nominal se elevan de manera sustancial para todos los años, de forma que ahora nuestro país es algo más rico de lo que pensábamos hasta ahora. Esto tiene importantes implicaciones al realizar comparaciones internacionales del PIB per cápita o al valorar la salud de las cuentas públicas (al dividir la deuda o el déficit público por el PIB nominal). El INE detalla en su nota de prensa el sentido de estas revisiones para el año 2021 y recomiendo la lectura de la nota técnica por parte de los lectores interesados. Una forma sencilla de visualizar el cambio se ve en el siguiente gráfico, que recoge el incremento del PIB nominal desde la perspectiva de la producción. Claramente se pueden observar dos procesos muy distintos. Desde 2010 a 2021 se incrementa el PIB nominal en un 0,5% y este aumento se concentra en tres sectores: la construcción, los servicios inmobiliarios y los servicios tradicionales (comercio, transporte y hostelería). En cambio, en los años 2022 y 2023 se produce un mayor incremento (2% y 2,5%) gracias al aumento en los servicios de mayor valor añadido (servicios profesionales, educación y sanidad privada).
Aunque el cambio en estos dos últimos años (2022 y 2023) es clave para entender la reciente infraestimación, el primer cambio es si cabe más importante. En este caso, destaca el aumento de la actividad en la construcción y en los servicios inmobiliarios. En el primer caso es razonable pensar que el INE haya corregido sus series ante las múltiples evidencias de que la actividad en la construcción estaba infraestimada. A este asunto ya le dedicamos dos artículos en su momento, en enero y junio de 2023, para señalar entre otras cuestiones la debilidad de la estadística de coyuntura que hasta ahora era la referencia para las estimaciones trimestrales. Los servicios inmobiliarios incluyen fundamentalmente los alquileres, sean los efectivamente pagados o los que se imputan a los propietarios de su vivienda. La nueva serie de Contabilidad Nacional sintoniza con una percepción bastante extendida de que estas rentas vienen creciendo en importancia desde hace décadas y que algunas estadísticas (por ejemplo, la Encuesta de Presupuestos Familiares) no terminan de medir correctamente. De nuevo, es algo que apuntamos en enero de 2023.
Este análisis sirve, por tanto, para introducir un importante elemento de cautela. Por ejemplo, cuando se analiza el PIB desde la óptica del gasto las nuevas series muestran un mayor crecimiento de la inversión y del consumo de las familias. Sin embargo, mucho me temo que a medida que se conozcan los detalles y se descienda al análisis más fino se verá que el grueso del incremento se explicará por dos partidas: la mayor inversión en construcciones y que las familias dedican más dinero al pago de alquileres. Eso conducirá a que seguirá habiendo una atonía en muchas otras partidas del consumo de los hogares. También que se deba analizar con detalle la inversión en maquinaria y bienes de equipo, que sigue sin recuperar los niveles previos a la pandemia.
Una situación parecida se perfila en el PIB por la vía de las rentas. El INE ha revisado la magnitud de los salarios para todos los años, lo cual permite agrandar la diferencia que cabe esperar entre los salarios declarados a Hacienda y los registrados en la Contabilidad Nacional (CN). Como resultado, afortunadamente se termina con el sinsentido del fraude negativo que se producía porque hubiera más salarios declarados en el IRPF que en la CN. Ahora resulta claro que el crecimiento del empleo ha ido de la mano de un importante incremento de las rentas salariales. Sin embargo, el aumento en las rentas del capital (el excedente bruto de explotación) ha sido relativamente menor y, seguramente, esté influido por el aumento en los alquileres. Por ello, no será de extrañar que cuando dentro de unos días conozcamos las cuentas de las sociedades y de los hogares se siga recogiendo una evolución muy distinta de los beneficios empresariales según la Contabilidad Nacional y los registros de la Agencia Tributaria en los años de 2019 a 2022.
En conclusión, bienvenido sea el esfuerzo realizado por el INE. La nueva estimación confirma la mayoría de los puntos que ya se sabían en su momento con los indicadores disponibles para todos los usuarios mínimamente interesados. Ya se conocían los salarios, los precios, la evolución de la construcción, de la inversión y de las exportaciones. Esto debe hacer reflexionar al INE en dos sentidos. El primero es si está aprovechando adecuadamente toda la información de la que se dispone en el aparato estadístico actual. La respuesta es no y esta revisión lo demuestra. El segundo es preguntarse qué utilidad tiene tener una contabilidad trimestral que no da una señal adecuada y se debe esperar varios años para saber qué es realmente lo que ha pasado en la economía española. Cuando cada vez las políticas económicas necesarias resultan más urgentes, debemos esperar años para que la Contabilidad Nacional nos diga algo razonable. No es una cuestión menor. Es fácil pensar en las ratios de déficit y de deuda pública, que constituyen señales indudables para los mercados. Más importante resulta que la ciudadanía conozca realmente la situación económica de nuestro país.