Sería exigible la desclasificación de los documentos que pongan de una vez, negro sobre blanco, la realidad de la intentona golpista del 23F, de sus precuelas y de sus epígonos. Para qué buscar elefantes en Bostwana cuando quizás los hay más cerca
Derecho a saber (y a juzgar al rey emérito
Dice el historiador francés Henry Rousso que la historia del presente es “la historia desde la última catástrofe”. De ser así, habrá que convenir que, a la vista de la última década, la generación Z podría contar su pasado próximo por horas y minutos. Trascendiendo la anécdota y la inmediatez, se considera que la historia del presente abarca a las tres últimas generaciones vivas y que su hito de partida es, por definición, móvil. El académico francés fijó en su momento el arranque de la coetaneidad universal en el mundo salido de la Segunda Guerra Mundial. Esa frontera se ha ido desplazando y en la actualidad alza sus cantones en el parteaguas de entre siglos.
Para España, el jalón que en su día supusieron la guerra y la dictadura se ha movido hasta los orígenes de la transición a la democracia, cuyo arranque ha de buscarse en el último tranco del franquismo. En aquel contexto, la estampa del príncipe Juan Carlos como sucesor de Franco en la Jefatura del Estado a título de rey y jurando los Principios Fundamentales del Movimiento ha ido perdiendo en los manuales escolares el lugar preminente que entonces le cupo en los medios y al que sin duda tiene derecho en esa biografía que, según el interesado, hay quien está empeñado en robarle.