Los inventos de los ‘Abogados Taurinos’

La Fundación Toro de Lidia inventa mucho porque sabe que tiene la guerra perdida contra esa repugnancia, que tarde o temprano se impondrá una moral de los tiempos que prohíba definitivamente esa violencia

Cuando en los medios de comunicación generalistas del Estado español se habla del “sector taurino”, tarde o temprano, explícitamente o no, aparece la Fundación Toro de Lidia. Son los Abogados Cristianos de la tauromaquia, podrían llamarse Abogados Taurinos. Ponen menos demandas porque los de Cristo tienen más faena que los de Joselito: el dios todopoderoso, la virgen, la otra virgen, la virgen de más allá, el hijo de todas esas vírgenes, el espíritu santo, todos los apóstoles, todos los santos, las santas, beatos y beatas, la cruz, la hostia, el cáliz, la sangre de Jesús, los milagros, un disfraz de la casulla papal. Y porque los de Joselito tendrían que demandar a casi el 80% de la sociedad. Tienen que conformarse con, por ejemplo, llevar a los tribunales valencianos al Ayuntamiento de Villena por no autorizar festejos taurinos, o llevar a los tribunales baleares al Ayuntamiento de Calvià por declarar antitaurino su municipio. Y dedicarse a “crear doctrina” (sic), ese acción que tanto esgrimen contra otros.

La Fundación Toro de Lidia (FTL), que se define como “una entidad sin ánimo de lucro destinada a la promoción y la defensa jurídica de todas las tauromaquias en España [y] aglutina a todos los actores vinculados al espectáculo taurino: toreros, ganaderos, empresarios y aficionados”, es a los taurinos como la Santísima Trinidad a los cristianos: en ella están representados el padre (que podría ser un viejo magistrado de pañuelo en solapa, un renqueante apoderado con la cara sanguínea y hasta un emérito de nada aficionado a cualquier corrida), el hijo (que podría ser un joven abogado con mocasín de borla y dos tallas menos de traje, un torturador con medias de nylon rosa y un traje con todas las luces que le faltan en el corazón, y hasta una infanta experta en fundaciones a pesar de su corta edad) y el espíritu santo ().

“¿Un toro triste? ¡Se le habrá muerto la madre!”

Publicaciones relacionadas