Josep-Francesc Valls, economista: «Muchos creen que son clase media y son mileuristas, fruto de la reducción de salarios»

El periodista y catedrático en Esade analiza en su último libro, ‘El efecto stick’ la evolución de las clases medias en Europa y más concretamente en España y alerta de que los pocos ascensores sociales que existían han dejado de funcionar

¿Cuánta gente cobra más y menos que tú? Calcula tu posición respecto al sueldo medio en la escala salarial de España

En El efecto stick (Profit Editorial), el periodista y catedrático de Dirección de Marketing en ESADE y profesor colaborador en la UPF Josep-Francesc Valls (Reus, 1947) relata con numerosísimos datos y fuentes el nacimiento, ascenso y caída de las clases medias en Europa y particularmente en España. Lo llama efecto stick porque después de miles de años de escasez y miseria para la mayoría de humanos, en menos de dos siglos, a partir de la industrialización de 1800, el desarrollo económico y social se acelera de forma brusca mostrando claramente la figura del palo de hockey.

Amplias capas de la sociedad acceden al Estado del Bienestar a partir de 1950, pero con el inicio del milenio las clases medias descarrilan y se precipitan porque “el stick enhiesto contiene gérmenes de autodestrucción”: la inflación cabalga por encima de los salarios, las desigualdades no menguan, hay sobreproducción, despilfarro y erosión de los recursos, desinformación y el auge de los fascismos y los populismos.

¿Cómo se explica que en solo dos décadas descarrilen las clases medias desde la cúspide? ¿Cómo hemos pasado de un capitalismo industrial que más o menos ha permitido el reparto de la prosperidad hasta encumbrar a las clases medias, a este capitalismo que Josep Ramoneda llama financiero y digital?

Intervienen varios factores. Por un lado, en la guerra entre la inflación y los ingresos de la población se produce una brecha importante en la que se quedan atrapados una parte importante de las clases medias, que, consideran que tienen ingresos suficientes y siguen consumiendo como antes: cambian el vehículo cada cierto tiempo, van al gimnasio, hacen unas vacaciones poderosas… Se ha acostumbrado a un ritmo determinado. Ligado a lo anterior, una parte importante de las clases medias se han acostumbrado a consumir por encima de sus posibilidades y necesidades, fruto de una sobreexcitación de la industria, que cada día te presenta nuevos productos, servicios, mejoras sobre los anteriores…

Estamos en un modelo económico en el que manda la oferta, más que la demanda. La oferta genera nueva demanda, nuevas necesidades que ni siquiera nos planteamos.

Exacto y eso crea una sensación de que debes consumir porque esto es la felicidad. Otro factor es que algunas partidas de los presupuestos familiares, como la destinada a vivienda, han crecido de manera desorbitada. Lo mismo podemos decir de la alimentación, con la excepción de que sus precios empezaron a subir, pero con la crisis de 2008 algunas empresas apostaron por las marcas propias y fueron capaces de virar y abandonar la escalada de precios para adaptarse con menos margen a las necesidades de los consumidores. Un tercer aspecto, que tiene más que ver con las pymes [pequeñas y medianas empresas], es que la digitalización ha barrido a numerosos negocios tradicionales, puestos de trabajo, oficios… maneras de ganarse la vida.

La digitalización ha creado grandes empresas, como las GAFAM [Google, Apple, Facebook, Amazon y Meta] que lo dominan todo y que ha mandado al carajo a los comercios tradicionales y a las pymes. Esta sustitución por grandes grupos está provocando que las clases medias, ya sean pequeños empresarios, familias, funcionarios, se están acercando a niveles de empobrecimiento que se asimilan a las clases bajas. Solo se salvan las clases medias altas.

Pero esto no ocurre porque sí, como la ley de la gravedad. Que los salarios no atrapen nunca a los precios, que los precios de la vivienda estén por las nubes o el gran poder que acaparan las grandes tecnológicas es porque determinadas acciones políticas y empresariales conducen a ello ¿no?

Es un modelo de sociedad que está evolucionando. Se habían encumbrado a las clases medias a partir de 1950 como las reinas de la fiesta por parte de los gobiernos de todo signo político. La Unión Europea, en manos de socialdemócratas, democristianos y liberales emanan de esta clase media y trabajan para ella. El desarrollo de servicios a cambio de impuestos no es otra cosa que el cultivo de esta clase media, que aprovecha muy bien las oportunidades de expansión tras la Segunda Guerra Mundial, tanto de negocios como de puestos de trabajo. Y adicionalmente aprovechan muy bien los servicios que ofrece el Estado del Bienestar, de ahí nace toda la gran casta de funcionarios que amplían esta clase social. Pero, lejos de seguir este modelo, la propia política económica hace que los salarios no aumenten al ritmo que lo hace la inflación. Es verdad que los gobiernos de izquierdas procuran equilibrarlo. El aumento de las enfermedades mentales tiene su origen en todo este proceso, especialmente a partir de la crisis de 2008.

¿La sociedad tiene una venda en los ojos? Apenas opone resistencia. ¿Por qué?  

Aún estamos en la pendiente y vemos como hay algunas actitudes de resistencia, más que de clarividencia. Por ejemplo, cuando tienes un problema laboral y a partir de una edad más o menos provecta, en vez de reciclarte o reinventarte, optas por convertirte en rentista o mini rentista, a través de alquileres, o cerrando la tienda que tenías. Este planteamiento es un primer paso de resistencia y de esperar a no sé sabe muy bien qué.

¿Qué responsabilidad y qué margen tienen los gobiernos para que esta situación cambie?

Es muy difícil que de forma endógena las clases medias puedan tomar de nuevo el liderato para resolver este proceso. Está claro que tienen una responsabilidad importantísima, han sido sus políticas, nacionales y comunitarias, las que nos han llevado hasta aquí. Por ejemplo, llama mucho la atención los Next Generation están haciendo un bien económico en la sociedad, pero lo están haciendo a una parte pequeña, que son las grandes empresas y corporaciones, porque así se articulan mejor los fondos y requiere menos esfuerzo. Pero las pymes no se están digitalizando masivamente, ni la población en general. Europa no ha dado herramientas para evitar el cierre de pequeños negocios y la expulsión de viejos oficios.


El autor subraya que la propia política económica hace que los salarios no aumenten al ritmo que lo hace la inflación.

Cuenta en su libro que en el trasvase de las rentas salariales hacia las de capital aparece una clara connivencia de los gobiernos, puesto que cuando aumenta la dimensión del Estado del Bienestar porque hay nuevas necesidades, muchos lo desmantelan bajando servicios e impuestos para contentar a las clases más acomodadas. 

Un ejemplo de lo usted dice lo vemos también en el turismo. Todo el mundo tiene claro que hay un exceso de turismo y que algo hay que hacer. Hay esta conciencia, pero desde la crisis del covid en 2020 no conocemos ninguna medida seria y rigurosa para regular el sector. Hay conciencia de que debemos hacer algo, pero pasa el tiempo y se hace relativamente poco.

El economista Jan Eeckhout, que da clases en la UPF como usted, ilustra en La paradoja del beneficio como la acumulación de beneficios y de poder por parte de las grandes empresas les permite llevar a cabo prácticas monopolísticas que restringen la competencia y estancan los salarios. Él propone más mercado y más competencia para resolverlo, ¿está de acuerdo?

En el caso español ni hay más competencia ni nuestra competitividad avanza en relación con Europa. Segundo, si miramos las rentas de capital, llevamos cuarenta años, desde 1980, de incremento de las rentas de capital frente a las rentas de trabajo. Esto nos debería hacer pensar que hay algunos perjudicados y estos son las clases medias. No hay condiciones para reducir las desigualdades ni para mejorar los beneficios de las clases medias ni de las más débiles, y los pocos ascensores sociales, que antes permitían a las clases medias permanecer, como el empleo o la educación, no están funcionando. Los beneficios están más concentrados en menos manos.

Y las clases medias, en vez de revelarse, se apuntan al carro del que le promete más y así -cuenta- asistimos al auge de los populismos y de la extrema derecha.

Esta es una de las derivadas de los problemas mentales que comentaba antes, Ante el desespero por todas estas circunstancias, la gente se dispersa. Las clases medias siempre han sido un bloque conservador pero que ha querido avanzar con progreso. La historia de la UE es esto: desarrollo, conservando, pero acelerando la expansión, el reparto y reduciendo la desigualdad. Esta ha sido la ideología de la UE. Hoy esto se ha amortiguado.

¿Quizás es porque no tienen la percepción de que ya no son clase media? Hace un año el CIS preguntó a los españoles y el 73,9 se considera clase media a pesar de que la realidad les desmiente. Un estudio de Eurofound dice que en la UE27 la clase media se ha contraído apenas de 64 a 63,8% en 15 años.

Que una parte importante de las clases medias aún se crean que lo son según los datos es una evidencia de todo este desastre. No sabemos dónde estamos, estamos desnortados. Muchos creen que son clase media y son mileuristas, fruto de la reducción de salarios.

Los pocos ascensores sociales, que antes permitían a las clases medias permanecer, como el empleo o la educación, no están funcionando. Los beneficios están más concentrados en menos manos.

¿Ve, junto al auge de los populismos y al fenómeno de la desinformación, a la que usted también alude fruto de todo este capitalismo digital, un peligro para la democracia?

 Cuando la situación económica se tambalea, avanza la dispersión de los grupos que antes se sentían asentados, tranquilos, satisfechos con su rol social y empoderados, hacia teorías rarísimas como las que estamos viviendo últimamente. Hacia situaciones políticas que poco tienen que ver con el conservadurismo con progreso del que hablaba antes. La democracia formal requiere un trato profundo cuando la palabra ya no vale o ya no es suficiente debido a que se utiliza en fake news, o cuando gobiernos teóricamente democráticos se arriesgan a no hacer cumplir la Constitución cuando tienen que abandonar el gobierno, como hizo Trump en Estados Unidos en las últimas elecciones. No tenemos que negarnos a votar electrónicamente, tenemos que conseguir que la digitalización penetre profundamente y haga mucho más fuerte la democracia como forma de convivencia.

¿Qué propone para reparar este stick y hacer frente a los once riesgos que usted advierte en el libro? ¿Transferencia de rentas vía impositiva? ¿Redefinición del modelo y de las reglas de juego? ¿Nuevas y más fuertes instituciones…?

Sin limitar el crecimiento económico, propongo por un lado reconducir la ansiedad consumista, que es algo privado, para ajustar los presupuestos familiares a la inflación. Segundo, volver a colocar a las clases medias y a las pymes en el centro de la sociedad: los gobiernos que se han despistado deben recuperar de nuevo la iniciativa en este sentido. Tercero, como las pymes no son capaces o les cuesta más competir con los gigantes, hay que incentivar la creación de fórmulas cooperativas. Cuarto, campañas masivas de digitalización y, finalmente, que a medida que las rentas de capital han crecido, la factura fiscal dejen de pagarla las clases medias, que las clases altas, los millonarios y las plataformas tecnológicas paguen lo que deben. 

Cree que los informes Letta y Draghi proponen medidas en esta dirección?

Me gustaría pensar que sí.  

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