La izquierda pide autocrítica tras el escándalo de Errejón: «No se adoptaron las medidas necesarias para evitar esto»

Para buscar respuestas sobre cómo pudo ocurrir sin que nadie diera la voz de alarma, quién miró para otro lado o qué falló para que un partido de izquierdas y feminista no haya sido un entorno seguro contra el machismo hay que recurrir a personalidades que se alejaron de la primera fila

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Nadie o casi nadie que esté hoy en primera fila política y que haya compartido trayectoria con Íñigo Errejón quiere hablar en público sobre el escándalo que ha acabado con su carrera. La mayoría prefiere no hacerlo incluso en privado. La salida de uno de los referentes de la izquierda en la última década tras las denuncias de acoso machista y violencia sexual ha dejado en ‘shock’ al conjunto del espacio político que él representaba como portavoz parlamentario. Así que nadie, o casi nadie, se atreve a señalar cómo se puede resurgir de un mazazo que muchos admiten que costará encajar.

Tras el golpe para Sumar, de la que Errejón era portavoz en el Congreso, a última hora de este viernes el escándalo provocó otra convulsión en Más Madrid, el partido que él mismo fundó y del que ahora se había distanciado. La formación madrileña cesaba a Loreto Arenillas, diputada en la Asamblea de Madrid, después de una larga reunión de la ejecutiva. Más Madrid acusa a su hasta ahora portavoz en temas de Mujer de encubrir a su excompañero de partido en otro episodio de acoso sexual en el verano de 2023. La dirigente, que por su parte acusaba a su partidos de haber lanzado “mentiras” en ese comunicado, renunciaba al acta y eso que su partido la había acusado de negarse a dimitir.

Para buscar análisis explícitamente autocríticos sobre lo ocurrido con Errejón o llamadas a hacer las cosas de manera radicalmente diferente en el futuro hay que recurrir a personalidades históricas de la izquierda. Algunas todavía ocupan responsabilidades políticas y otras desempeñaron un rol importante en la última década, pero todas comparten las preguntas que suscita un caso de tanta gravedad: cómo pudo ocurrir sin que nadie diera la voz de alarma, quién miró para otro lado y qué falló para que ni siquiera un partido de izquierdas y feminista haya resultado un entorno seguro contra las actitudes machistas.

“Desde un punto de vista meramente político, a mí la noticia me parece letal para Movimiento Sumar, el partido de Yolanda Díaz en el que desembarcó Íñigo Errejón. Y me parece un lastre considerable para la coalición Sumar”, concluye María Eugenia Rodríguez Palop, exeurodiputada de Unidas Podemos que hoy está de vuelta a las clases de la universidad tras un efímero paso por la ejecutiva de Sumar, que abandonó poco después de que Yolanda Díaz la orillara de las listas en las últimas elecciones europeas.

Para Palop, había suficientes indicios sobre la mesa en forma de denuncias públicas de hace no tanto tiempo que deberían haber hecho que la dirección de Sumar actuara de otra forma. “No se le ha prestado la suficiente atención que este caso merecía. Y creo que lo primero que hay que hacer es reconocerlo sin paliativos, sería lo mejor, lo más sano y lo más higiénico. A Íñigo Errejón se le ha dado un puesto protagonista, sustancial y de primera línea, ¿no? Y eso quiere decir que no se han adoptado las mínimas medidas necesarias como para al menos atajar a tiempo este tipo de cosas”, expone.

Guillermo Zapata, que forma parte de la dirección de Sumar, publicó un tuit en las últimas horas en el que hacía autocrítica por no haberse hecho cargo hasta hace poco. “Hay una parte de lo sucedido que también cae de mi lado. Decirlo ahora cambia poco, pero callarse es peor”, escribía. 

Zapata fue concejal de Ahora Madrid durante la etapa de Manuela Carmena aunque conoce a Errejón desde hace mucho tiempo, de los espacios de militancia que nacieron al calor del 15M como Juventud Sin Futuro o incluso anteriores como el Patio Maravillas. Sin embargo, fue a partir de junio de este año cuando ambos compartieron por primera vez grupo de trabajo. Ese verano, Errejón asumió la secretaría de Análisis Políticos y Discurso, y Zapata, que venía trabajando en la vicepresidencia segunda en ese tipo de labores, se sumó a su equipo. 

En conversación con este diario, explica que ese “hacerse cargo” del que hablaba en su mensaje en redes sociales no está tan relacionado con un “sabías y no hiciste nada” sino con no hacer el esfuerzo de saber. “Hay una especie de ruido y en lugar de ir a ver de qué se trata, esperar o postergarlo”, dice. “La diferencia en eso entre nosotros y ellas es que ellas no pueden esperar porque es su vida”, añade. 

Ese ruido del que habla tiene que ver con los rumores que mucha gente que compartía espacio político con Errejón reconoce que existían. Quizás no tenían mucho fundamento o quizás lo que contaban no tenía una apariencia tan grave como las informaciones que se han conocido después, sino que más bien describían una forma tóxica de comportarse. Y, de ahí, Zapata extrae algunas reflexiones sobre unas dinámicas patriarcales presentes en la sociedad y que también permean en las organizaciones de izquierda. 

“La primera cosa que a mí me sale es que los hombres hemos entendido los rumores como algo menor que lo que está pasando. Y ellas lo entienden como señales o mapas de lo que está pasando. Lo primero es una reflexión de cómo nosotros no entendemos el rumor como una especie de inicio de una verdad que puede ser problemática”, apunta. “Lo siguiente es cómo ver trabajar desde el lado de los tíos cómo ir más allá del rumor, empezar a ser nosotros los que hagamos las preguntas los que confrontemos y no dejemos solo a las tías”, prosigue. 

En general, dice, los hombres no han asumido las lecciones del movimiento feminista. “No nos hemos hecho cargo suficientemente de lo que el feminismo pone encima de la mesa y de afrontar con otros lo que está pasando”, opina. “Se lo hemos dejado a ellas. No solo por una cuestión de responsabilidad. También porque es más cómodo: yo hago lo que me digáis. No, lo que te estoy diciendo es que te hagas cargo”, entiende.

Zapata también hace un análisis sobre la necesidad de seguir construyendo espacios feministas que generen seguridad y confianza para que se puedan contar este tipo de situaciones. “Entender que los espacios que está contruyendo el movimiento feminista son espacios que tienen que generarse a partir de una lógica de confianza muy fuerte, donde el que hace público el secreto se sienta seguro”, dice. Y llevar esa lógica a las organizaciones sociales y políticas, pero también a las instituciones. “La idea de que no hace falta exactamente un protocolo o esperar una denuncia, sino cómo construir espacios de mayor seguridad”, sintetiza.

Teresa Rodríguez, la líder de Adelante Andalucía que compartió proyecto político con Errejón durante la primera etapa de Podemos, sí se confiesa abiertamente en ‘shock’. “Para mí ha sido una sorpresa. No sé si era una cosa que se sabía por los ambientes de Madrid y no llegaba más allá de la Corte, pero yo no lo sabía. Nunca me pareció o al menos yo no percibí que tuviera un perfil de abusador o de acosador”, asegura.

Para Rodríguez, que abandonó la política institucional y compagina sus responsabilidades orgánicas en la formación andaluza con su trabajo en un instituto público de Cádiz, el diágnostico de lo ocurrido en este caso y de cómo Errejón ha podido encontrar la complicidad de mucha gente para crear espacios de impunidad tiene relación con un modelo de liderazgo y de proyecto político que, en su opinión, resulta tóxico.

“Cuando te metes en estas dinámicas en las que, de repente, hay un proyecto que defender en mitad de un ambiente súper hostil y súper violento que es el de la política, pues parece lo más importante del mundo que el proyecto sobreviva por encima incluso de los principios. Y creo que eso hace que este tipo de cosas se tapen y se oculten y se minimicen. Porque lo más importante es preservar el gran proyecto político que va a salvar a la clase obrera o a la humanidad. Y yo no pienso así, yo defiendo principios, no un proyecto”.

Miguel Urbán apenas coincidió en espacios orgánicos con Errejón. Se fue al Parlamento Europeo en 2015 y volvió a España hace unos meses, ya fuera de Podemos y con su excompañero muy alejado del partido que ayudó a fundar. Por eso, en el mensaje en redes que escribió este jueves tras conocer la noticia, lanzaba una reflexión que iba más allá y apelaba al conjunto de las fuerzas de izquierda. 

En conversación con elDiario.es, el fundador de Podemos y miembro de Anticapitalistas, ya ha alejado de la política institucional tras su paso por el Parlamento Europeo, habla de la lógica del poder como herramienta para generar impunidad. “El poder simbólico al final es tan poderoso como para tapar o generar impunidad”, reflexiona. Y hace una autocrítica que lanza a todos los hombres. “A mí no me sirve lo de que esto no pasa en todos los colectivos. Nosotros luchamos para que esto no pase, esto es lo más terrible. Y es una prueba palpable de la necesidad de que el feminismo siga avanzando”.

Urbán señala que es ese feminismo el que ya ha introducido algunos cambios. “Sin las redes de apoyo mutuo del feminismo, a lo mejor en otro tiempo algo así habría quedado impune, y ahora no”, apunta. El problema, precisa, es que estos comportamientos han quedado impunes y el objetivo es que no vuelva a pasar. “Hasta que no se acabe con el patriarcado, va a pasar. La cuestión es cómo se articulan mecanismos colectivos que demuestren al fin y al cabo que lo personal es político”, concluye.

Durante las últimas horas se han sucedido las reacciones públicas, en redes sociales, de personas que compartieron espacio político con Errejón, la mayoría denunciando los hechos y algunas, las menos, resaltando su legado político por encima de las críticas. La mayor parte de los dirigentes de Sumar, partido del que formaba parte hasta su dimisión, han condenado lo ocurrido. Pero, en general, todo el espacio político es incapaz de abandonar en las últimas horas la conmoción por una noticia que afecta a uno de los principales referentes de la nueva izquierda que irrumpió hace diez años y que renuncia por un escándalo de violencia machista cuyas consecuencias están todavía por delimitar.

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