Un día ‘normal’ en la zona cero: «Mandé a mis hijas con amigos, comemos fiambre en la cama, dormimos con un cuchillo bajo la almohada»

Vanesa es periodista y vive en Picanya, a 20 minutos de la capital, sin electricidad. Al levantarse ni desayuna –hace ocho días que no prueba el café– ni se ducha –no tiene agua caliente y sale un hilo–. A mediodía va al instituto, pero no a por sus hijas sino a por comida. Cuando hay que hacer la colada, camina seis kilómetros hasta Xirivella, la casa de su madre

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– Cuando llegues no me llames porque no tendré cobertura. Verás que la verja está abierta, la rompió el agua, pasas directamente y me das un grito si estoy en el piso de arriba.

Llegar a Picanya, el municipio contiguo a Paiporta, es el apocalipsis. Las carreteras están bloqueadas de coches. Al final solo queda aparcar en el arcén y cruzar a pie la autovía. Filas infinitas de peregrinos con escobas esquivan rotondas y coches que serpentean. De vez en cuando, aparece un militar y manda a gritos apartarse para que pase un convoy de emergencias. La mayoría de coches llevan algo escrito en los vidrios: “SOS”, “Bomberos de Bilbao”, “Policía de Getafe”. Al entrar al municipio todo es marrón y montaña. En Picanya huele a podrido. Los niños han sido exiliados, han desaparecido.

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