La artista repasa su trayectoria en el mundo de la danza, el proceso artístico detras de sus creaciones y las diferencias en la relación con el cuerpo entre hombres y mujeres: «Es un analfabetismo absoluto el que tenéis los hombres a nivel emocional»
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La primera vez que hablamos fue en la cafetería del jardín, en la librería La Central del Raval. Antes de ser un templo para los libros, este edificio había sido una capilla para las almas. Fue construida en el siglo XVII, pero durante la guerra civil la desacralizaron. Sin embargo, todo lo que contiene, cada cosa que sucede entre sus muros, sigue siendo sagrado. Aquella tarde, Inés Boza llevaba una chaqueta corta, que la hacía aún más bailarina.
La segunda vez que hablamos fue para mantener esta entrevista y, entonces, Inés Boza llevaba un abrigo largo, que la hacía aún más coreógrafa. En ambas ocasiones, le confesé que no tenía ni idea de danza contemporánea, ni de danza en general, y las dos veces ella me disculpó, y me contestó que siempre ha sido así, que, en España, la danza contemporánea es la gran desconocida en el mundo de la cultura. Y, quizá, la más marginada.