La ruptura colectiva del silencio tiene más que ver con el desahogo y la visibilización que con la búsqueda de castigos penales, aunque al final sean estos los que más protagonismo toman. Eso convive con señalamientos concretos, con la necesidad de reparar el daño sufrido y con la dificultad de saber qué hacemos con todo esto
Las feministas nos estamos haciendo preguntas: algunos temas incómodos sobre los que tenemos que hablar a raíz del caso Errejón
“Nunca dejaremos de tener miedo a la visibilidad, a la fría luz del escrutinio y, quizá, a ser juzgadas, a experimentar dolor, a la muerte. Pero ya hemos pasado por todas esas cosas, a excepción de la muerte, y lo hemos hecho en silencio. En todo momento me recuerdo a mí misma que aun si hubiese nacido muda, o hubiera mantenido un juramento de silencio de por vida para sentirme más segura, habría sufrido de todas maneras y pese a todo moriría”. En diciembre de 1977, la feminista negra y lesbiana Audre Lorde impartió una conferencia en la que hablaba de la transformación del silencio “en lenguaje y acción”.
A Lorde, que murió en 1992, le hubiera gustado asistir a la última década: su texto, una explicación de lo funcional que es el silencio para los sistemas de opresión y, al mismo tiempo, una reivindicación de la palabra como motor del cambio, bien podría ser la descripción de estos años en los que el silencio de las mujeres se ha roto como nunca. Esa conferencia está ahora recopilada en el libro (Editorial Horas y Horas).