Hace tres años que soy profesor de una universidad pública. Podría extenderme en las causas de la crisis que vivimos, en la falta de voluntad política, en los sectores cómplices, en lo que puede perderse. Pero querría detenerme por un momento en lo importante, en la esencia: en por qué estamos aquí
Hace tres años que soy profesor de una universidad pública. Podría extenderme en las causas de la crisis que vivimos, en sus posibles soluciones, en la falta de voluntad política, en los sectores cómplices y en lo que puede perderse. Pero querría detenerme por un momento en lo importante, en la esencia: en por qué estamos aquí.
Si todo terminara esta semana, o esta noche, si esa quiebra técnica con la que algunos sueñan se produjera finalmente, los recuerdos buenos se apilarían encima de los malos hasta que estos hicieran de figurantes.
Aún puedo recuperar mi primer día, cuando llegué al trabajo tan temprano que era tarde aún, y cuando a mi atuendo de principiante añadí un porrazo con una puerta de cristal de la entrada. No nos habían presentado, y, ahora que nos conocemos más, la veo algo agobiada: a veces, cuando la lluvia la golpea, se imagina que da a una gran sala de juego, uno de esos locales que son expertos en alienar a la juventud y a los que peinan más canas. Estos días no me he visto atinado para tranquilizarla y solo he acertado a invitarla a dormir a mi casa para que evite esas pesadillas.