La situación provocada por la conducta de Juan Carlos y la condición actual de la monarquía española más se parecen a las antiguas constituciones históricas en las que la persona del rey no solo era inviolable sino sagrada, y eso no es propio de la voluntad abierta del constituyente
En estas fiestas pasan estas cosas, la gente pide a los reyes, convencidos de que son ellos los que dan cosas, pero estos dos excelentes jueces saben quiénes son los reyes y, en realidad, saben que en una monarquía constitucional nadie puede estar por encima de la soberanía que reside en el Parlamento, es decir, encima de la capacidad y voluntad democrática expresada mediante leyes.
Los jueces Castro e Yllanes han instado al rey a que renuncie a su inviolabilidad en el discurso de Navidad.En otras monarquías, una que sigue, la británica desde 1689, los reyes lo saben y respetan; en otras, que ya no siguen, el ejemplo más reciente es la griega del cuñadísimo de los Borbones, lo ignoraron y se acabó. Además, se sabe que la palabra de un rey en un discurso navideño no tiene ningún valor, como ya hemos podido comprobar en el antecesor y padre del actual monarca. Pero debe entenderse en la propuesta, al menos así lo entiendo yo, que se trata de una provocación sin esperanzas de respuestas pero sí de reflexión ciudadana.