A principios del siglo XX dos mundos coincidieron frente a frente en las aulas. A un lado, dando clase, profesores formados en la vida analógica que intentaban enseñar a sus alumnos las habilidades necesarias para un mundo que agonizaba. Al otro, estudiantes que habían aprendido por sí mismos a explotar las ventajas del ciberespacio, veían como el mapa propuesto por sus docentes no marcaba el camino para una realidad que se estaba transformando.